Por lo general, los centuriones eran promovidos desde las filas en función del mérito, la experiencia y las habilidades de liderazgo. Eran conocidos por su coraje, disciplina y devoción al deber, y sus hombres los respetaban mucho.
Los centuriones estaban equipados con una variedad de armas y armaduras, incluido un casco, una coraza, grebas y una espada o lanza. También llevaban un bastón o bastón de vid como símbolo de su autoridad.
Los centuriones desempeñaban un papel vital en el mantenimiento del orden y la disciplina en el ejército romano y eran responsables de hacer cumplir el estricto código de conducta militar. También eran responsables de guiar a sus hombres a la batalla y motivarlos a luchar con eficacia.
Los centuriones a menudo eran condecorados por su valor en el combate y podían ascender de rango hasta convertirse en oficiales superiores o incluso generales. Muchos generales romanos famosos, como Julio César y Pompeyo, comenzaron sus carreras como centuriones.