Escasez de mano de obra: La plaga provocó una disminución sustancial de la población de Europa, incluida una pérdida considerable de trabajadores agrícolas. Esta escasez de mano de obra provocó una disminución en la producción de alimentos, lo que provocó que los precios aumentaran debido a la reducción de la oferta.
Aumento de la demanda de alimentos: Con una población reducida, hubo una mayor demanda de alimentos entre los supervivientes, ya que los recursos se volvieron relativamente más escasos. Este aumento de la demanda ejerció una presión adicional al alza sobre los precios de los alimentos.
Comercio interrumpido: La propagación de la peste negra interrumpió las rutas comerciales y el transporte, dificultando el transporte de alimentos de una región a otra. Esta perturbación contribuyó aún más al aumento de los precios de los alimentos, ya que las regiones que normalmente exportaban alimentos enfrentaron dificultades para hacerlo, mientras que aquellas que normalmente dependían de las importaciones enfrentaron escasez.
Devaluación de la moneda: Las perturbaciones económicas provocadas por la plaga provocaron una devaluación de la moneda, lo que provocó una disminución de su poder adquisitivo. Esto encareció los alimentos en relación con la cantidad de dinero disponible para la gente.
Obligaciones Feudales: En el sistema feudal, los campesinos estaban obligados a proporcionar una parte de su producción agrícola al noble o señor terrateniente. Sin embargo, la escasez de mano de obra hizo que muchos campesinos abandonaran sus tierras y buscaran empleo en otros lugares. Esto alteró el acuerdo habitual, lo que generó competencia por los alimentos disponibles y un mayor aumento de los precios.
Aumento de la especulación: La incertidumbre y los trastornos causados por la plaga alentaron el acaparamiento y la especulación, lo que resultó en un aumento de los precios de los alimentos a medida que los comerciantes buscaban sacar provecho de la situación.