Los partidarios de Cromwell lo elogiaron por sus victorias militares, su fuerte liderazgo y su compromiso con la libertad religiosa. Lo veían como un héroe que había salvado a Inglaterra de la tiranía del rey Carlos I y había establecido una sociedad más justa y equitativa. Sin embargo, los críticos de Cromwell lo acusaron de dictador, hipócrita y regicidio. Argumentaron que había traicionado los ideales de la revolución al convertirse en un hombre fuerte militar y que había reprimido la disidencia y violado los derechos del Parlamento.
En los meses posteriores a la muerte de Cromwell, hubo un período de inestabilidad política en Inglaterra. El país estaba dividido entre quienes querían restaurar la monarquía y quienes querían continuar el experimento republicano. Finalmente, la monarquía fue restaurada en 1660 y el cuerpo de Cromwell fue exhumado y sometido a humillación pública. Sus restos finalmente fueron enterrados nuevamente en una tumba anónima.
A pesar de la controversia que rodeó su gobierno, Cromwell sigue siendo una figura compleja y fascinante en la historia de Inglaterra. Fue un líder militar brillante y un político hábil, pero también un hombre de gran ambición y de carácter imperfecto. Su legado sigue siendo debatido por historiadores y académicos en la actualidad.