El año 911 a.C. se considera el de la fundación del Imperio Neoasirio. Ese año subió al trono de Asiria Adad-nirari II, quien continuaría los trabajos de reconstrucción iniciados por su padre tras el colapso de la Edad del Bronce en el siglo XII a.C. que había sumido a todo Oriente Medio, el norte de África, el Mediterráneo y el Cáucaso en una especie de era oscura.
Asiria resistió mejor esta época de convulsiones y migraciones que otros estados y regiones como Egipto, Babilonia, Frigia o Persia, y logró derrotarlos e imponerse a todos ellos, dominando incluso partes de la Península Arábiga y el Norte de África.
Una de las claves fue la alta organización tanto del ejército como de la burocracia, comparable salvando las distancias con las del posterior Imperio Romano. Su ingenio a la hora de desarrollar tácticas y artefactos militares convirtió al imperio neoasirio en el más grande de la historia hasta la fecha, superado sólo más tarde por las conquistas de Alejandro Magno y Roma.
Entre las innovaciones desarrolladas se encuentran el uso de caballería y arqueros a caballo (se les considera los primeros en introducir una verdadera caballería), el uso generalizado del hierro y algunas innovaciones tecnológicas en máquinas de asedio, pero también en tecnología y equipamiento militar.
Uno de estos avances tecnológicos se puede ver en dos de los tres grandes paneles en relieve descubiertos por el arqueólogo Austen Henry Layard en el Palacio Noroeste de Nimrud en 1846, que ahora se encuentran en el Museo Británico.
Los relieves, fechados entre 865 y 860 a.C. (durante el reinado de Ashurnasirpal II) muestran a soldados asirios cruzando un río. Algunos lo hacen en un barco cargado con lo que parecen piezas de un carro o quizás una máquina de asedio. Los caballos cruzan nadando, al igual que algunos soldados. Pero otros utilizan una especie de piel de animal que inflan soplando, a modo de flotadores.
Según Henry Siebe esa debía ser la forma en que aquellos que no habían aprendido a nadar podían mantenerse a flote al cruzar el curso de un río. Y es que nada pudo frenar al ejército neoasirio, ni siquiera la ausencia de puentes o vados. El propio Layard, en su recuerdo de las excavaciones de Nínive (en realidad Nimrud, como descubriría más tarde al encontrar la Nínive real) escribe en uno de los paneles:
Layard creía que los guerreros se sumergían utilizando las vejigas de piel para respirar, algo que durante mucho tiempo no se cuestionó. Se consideró que estos relieves mostraban la primera representación de buceadores de la historia. Sin embargo, un examen más detallado en los últimos tiempos ha demostrado que en realidad se trata de una especie de flotadores que se inflan soplando, ya que sería difícil sumergirse usando ese tipo de dispositivo.
A pesar de la existencia de buzos en épocas posteriores está atestiguada por las fuentes. Heródoto cuenta la curiosa historia de Escilias de Escione:
Y Aristóteles incluso habla de artefactos que permitían a los buzos respirar bajo el agua, comparándolos con la trompa de un elefante: