Este artículo está extraído del boletín mensual Sciences et Avenir n°824, de octubre de 2015, actualmente a la venta. Su expediente especial está dedicado a las patologías cardíacas. Encontrará un enlace para obtenerlo al final de este artículo.
VÍCTIMAS. Treinta y cinco cráneos humanos tomados en un mortero de cal, a modo de bajorrelieve... Esta es la visión que tienen investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (Inah) al excavar bajo una de las calles adyacentes a la catedral de México Ciudad. A dos metros de profundidad, una plataforma de 13 metros de largo por 6 de ancho formaba un "cráneo", un tzompantli utilizado por los aztecas (1200-1521) para exponer las cabezas de las víctimas sacrificadas. "Originalmente, estas cabezas estaban literalmente 'enhebradas' al nivel de los huesos temporales, en postes transversales de madera “, explica Grégory Pereira, director del Laboratorio de Arqueología de las Américas del CNRS. Un espectáculo que horrorizó al misionero franciscano Bernardino de Sahagún en el siglo XVI. En su Historia General de la Nueva España describe la pestilencia que emanaba de estas estructuras, sin olvidar la sangre y las moscas que revoloteaban...
Un "ábaco" hecho de cráneos humanos
Estos macabros "ábacos" estaban formados por cráneos de cautivos sacrificados en honor al Dios Sol. Después de quitar el corazón, los aztecas cortaron la cabeza y luego la descarnaron para exponer el cráneo. "Se extirparon piel y músculos para dejar solo la articulación temporomandibular , dice el arqueólogo. En la geografía simbólica azteca, los tzompantli eran considerados “árboles calavera”. En el inframundo de los aztecas y los mayas existía efectivamente un árbol vinculado a la fertilidad cuyos frutos eran calaveras" . Según Grégory Pereira, un mito conocido en Guatemala evoca a la hija del dios de los Muertos que habría recibido de estos cráneos una "sustancia" que le permitió dar a luz al Sol y a la Luna. "Aunque hoy sea difícil de concebir, estas estructuras no estaban destinadas a aterrorizar sino que formaban parte de un todo ceremonial “, señala el arqueólogo. Buena parte de los ritos, incluso los más crueles, tenían como objetivo promover la prosperidad y asegurar la supervivencia de la sociedad. Se suponía que los sacrificios así realizados por los aztecas alimentarían al Sol para que renaciera cada día. En la Ciudad de México, equipos de investigadores reanudarán las excavaciones de este tzompantli, el más grande jamás encontrado en la Ciudad de México. "Sin duda, quedan cientos de cráneos por descubrir ", predice Grégory Pereira.