El bronce, una aleación compuesta principalmente de cobre y estaño, posee una notable resistencia a la corrosión y la degradación, lo que lo convierte en un material ideal para conservar objetos durante períodos prolongados. A diferencia del hierro, que es susceptible a la oxidación, el bronce permanece relativamente inerte e intacto cuando se expone al aire y la humedad.
Prácticas funerarias
Muchos objetos de la Edad del Bronce fueron enterrados intencionalmente por diversas razones, incluidos rituales religiosos, prácticas funerarias y almacenamiento de objetos de valor. El entierro en ambientes privados de oxígeno, como cámaras subterráneas o lugares submarinos, protegió aún más estos artefactos del deterioro.
Climas secos
Ciertas regiones con climas áridos, como Oriente Medio y partes del Mediterráneo, experimentan bajos niveles de humedad y precipitaciones. Esta sequedad previene la formación de humedad y corrosión a base de agua, lo que contribuye a la preservación de los artefactos de la Edad del Bronce.
Experiencia tecnológica
Los artesanos y metalúrgicos de la Edad del Bronce exhibieron una habilidad excepcional en la elaboración de objetos duraderos. Comprendieron la importancia de la composición de las aleaciones, el tratamiento térmico y las técnicas de elaboración para mejorar la longevidad de sus creaciones.
Recubrimientos protectores
Algunos artefactos de la Edad del Bronce estaban recubiertos con capas protectoras, como cera o resina, para protegerlos aún más de los factores ambientales y evitar la oxidación.
Combinando estos factores (la inercia inherente del bronce, las prácticas funerarias protectoras, los climas secos, la experiencia tecnológica y los revestimientos protectores) numerosos objetos de la Edad del Bronce han sobrevivido en condiciones extraordinarias, lo que nos permite vislumbrar el arte, la artesanía y las prácticas culturales. de civilizaciones antiguas.