Los constructores romanos utilizaron opus caementicium en varios proyectos de construcción, incluido el Coliseo, para crear estructuras sólidas y duraderas. Formaron las paredes exteriores y las estructuras interiores utilizando esta mezcla de cemento, mientras que el núcleo interior se llenó de escombros y escombros. Esta técnica les permitió construir el Coliseo con notable rapidez y eficiencia.
El Coliseo, terminado en el año 80 d.C., es un testimonio del ingenio y la destreza de la ingeniería de la antigua Roma. Su presencia duradera y su resistencia a lo largo de los siglos se atribuyen al uso de materiales como el cemento romano, que han resistido la prueba del tiempo.