Inicialmente, el castillo representa poder y autoridad. Macbeth, como Thane de Cawdor y más tarde como Rey de Escocia, reside en el castillo. El castillo es una manifestación física de su nuevo estatus y del cumplimiento de las profecías de las brujas. Sin embargo, a medida que Macbeth se ve consumido por la culpa, la paranoia y las consecuencias de sus acciones, el castillo se convierte en algo más que una simple estructura física.
El castillo se convierte en prisión para Macbeth. Se siente atrapado por sus crímenes y el peso de su culpa. El alguna vez glorioso castillo ahora se siente como un lugar sofocante, perseguido por los fantasmas de Banquo y las otras víctimas de la tiranía de Macbeth. Los muros del castillo parecen cerrarse sobre él, simbolizando los muros que ha construido alrededor de su conciencia.
El castillo se convierte en un símbolo del deterioro del estado mental de Macbeth. A medida que se hunde más en la locura, el castillo se convierte en un lugar de caos y desorden. La estructura que alguna vez fue ordenada y majestuosa se convierte en un reflejo de la mente perturbada de Macbeth, haciéndose eco del conflicto interno que está experimentando.
Además, la transformación del castillo es paralela a los cambios en la relación de Macbeth con Lady Macbeth. Al principio, comparten la ambición de ganar poder, pero a medida que avanza la historia, Lady Macbeth se vuelve cada vez más atormentada por sus acciones. El castillo se convierte en un campo de batalla para sus emociones encontradas, y es en este escenario donde su relación se fractura y finalmente conduce a la trágica caída de Lady Macbeth.
En última instancia, el castillo es un símbolo tanto del ascenso como de la caída de Macbeth. Representa su triunfo inicial, su descenso a la oscuridad y el destino ineludible que le espera. Los cambios físicos en el castillo reflejan el viaje psicológico y emocional de Macbeth, que culmina con su caída y desaparición.