Impuestos excesivos: James impuso fuertes impuestos a sus súbditos, a menudo sin la aprobación del Parlamento. Sus políticas financieras fueron impopulares y provocaron un descontento generalizado.
Favoritismo y corrupción: James era conocido por su favoritismo hacia los cortesanos y su dependencia de asesores codiciosos y corruptos. Esto llevó a una corrupción generalizada en el gobierno y al descontento entre la población en general.
Mala gestión de la política exterior: La política exterior de James fue a menudo inepta e indecisa. No proporcionó suficiente apoyo a sus aliados, lo que provocó derrotas en varios conflictos, incluida la Guerra de los Treinta Años.
Escándalos personales: James tenía fama de extravagancia, hedonismo y borrachera. Sus gastos generosos y su escandaloso comportamiento personal dañaron la reputación de la monarquía y contribuyeron a la creciente impopularidad de la corte real.
Derecho Divino de los Reyes: James creía en el derecho divino de los reyes, lo que significaba que se consideraba responsable sólo ante Dios y no ante sus súbditos. Esta creencia provocó conflictos con el Parlamento, que afirmaba su poder para controlar la autoridad del monarca.
Supresión del Parlamento: James tenía relaciones tensas con el Parlamento e intentó limitar su poder y autoridad. Esto dio lugar a varias disputas y conflictos, que culminaron en la Guerra Civil Inglesa.