Sin embargo, la rebelión finalmente no tuvo éxito. Las fuerzas del Estado Mundial son demasiado poderosas y los rebeldes están superados en número y armas. John es capturado y llevado a la oficina del Contralor, donde lo confronta Mustapha Mond, el Asistente del Contralor Mundial. Mond le explica a John que el Estado Mundial es una utopía y que los ciudadanos del Estado Mundial están felices y contentos. Sostiene que el deseo de John de libertad e individualidad es una ilusión peligrosa y que sólo conduciría al dolor y al sufrimiento.
A John no le convencen los argumentos de Mond y se niega a renunciar a su creencia en la libertad. Lo llevan al centro de acondicionamiento, donde lo someten a una serie de tratamientos diseñados para lavarle el cerebro y hacerlo ajustarse a los valores del Estado Mundial. Los tratamientos tienen éxito y John finalmente sale del centro de acondicionamiento. Regresa a la Reserva Salvaje, donde vive el resto de sus días como una figura solitaria y aislada.
El final de _Un mundo feliz_ es una advertencia sobre los peligros del totalitarismo y el conformismo social. La novela de Huxley muestra cómo una sociedad que valora la estabilidad y el orden por encima de todo puede caer fácilmente en la tiranía. También muestra cómo los individuos que valoran su libertad e individualidad pueden ser fácilmente aplastados por un Estado poderoso.