En otro incidente, cuando actuaba en Copenhague, Anderson notó un pequeño gato negro detrás del escenario que parecía estar enamorado de ella. Anderson decidió llevarse al gato a los Estados Unidos. Durante el vuelo a Suecia, la gata se sentó entre Anderson y su acompañante, Kurt Peterson, y disfrutó de una caja de chocolates que Anderson tenía con ella. Anderson comentó en broma que nunca había tenido un pasajero como el gato.
Estos incidentes muestran los momentos alegres y divertidos que Marian Anderson encontró a lo largo de su extraordinaria vida y carrera.