Quienes admiraban a Hall lo veían como un símbolo de resistencia contra el opresivo dominio colonial británico. Creían que luchaba por los derechos de los pobres y desfavorecidos, y que era víctima de las duras condiciones sociales de la época. También admiraban su valentía y su habilidad como bandido.
Quienes no admiraban a Hall lo veían como un criminal peligroso que debía ser llevado ante la justicia. Creían que era una amenaza para la sociedad y que sus acciones eran imperdonables. También sintieron que era una amenaza para el establishment y el estado de derecho.
La división de opiniones sobre Ben Hall reflejaba las divisiones sociales y políticas más amplias que existían en la sociedad australiana en ese momento. Muchos veían la selva, con su anarquía y violencia, como un lugar de libertad y oportunidades, mientras que la ciudad, con sus instituciones y orden social, era vista como un lugar de represión y control. Hall era un símbolo de la selva y sus valores, y su muerte marcó el final de una era.