El Imperio Romano estaba dividido en provincias, cada una gobernada por un gobernador designado por el emperador. Judea estuvo inicialmente gobernada por un prefecto, pero luego pasó a estar bajo el gobierno de un procurador. La administración romana era responsable de mantener el orden y recaudar impuestos, pero la provincia también tenía cierto grado de autonomía, con sus propias leyes y tribunales locales.
El período romano fue una época de grandes cambios para Palestina. La población judía estaba dividida entre quienes apoyaban el dominio romano y quienes se oponían a él. Hubo varias revueltas judías contra el dominio romano, sobre todo la Gran Revuelta del 66 al 73 d.C., que resultó en la destrucción del Segundo Templo en Jerusalén.
A pesar de estos desafíos, el período romano también vio un florecimiento de la cultura y la religión judías. Durante este período se compiló el Talmud, un texto central de la ley y la tradición judías. El cristianismo también surgió durante el período romano, cuando Jesús de Nazaret nació y fue crucificado en Palestina.
El Imperio Romano finalmente se dividió en el Imperio Romano de Oriente (Imperio Bizantino) y el Imperio Romano de Occidente. Palestina permaneció bajo el control del Imperio Bizantino hasta que fue conquistada por el califato árabe Rashidun en el siglo VII.