
El criollo inició sus estudios en el Real Seminario de Nobles de Madrid, lugar de formación para los hijos de nobles y militares, aunque otras fuentes descartan que pasara por esta escuela de élite. Para entrar era necesario "demostrar ser hijodalgo notorio según las leyes de Castilla, limpio de sangre y de oficios mecánicos por ambas líneas". Lo cierto es que el 21 de julio de 1789, con once años, José de San Martín inició su carrera militar como cadete en el Regimiento de Murcia, donde ingresó alegando ser hijo de un capitán. Su carrera militar se inició en las batallas contra los moros en Melilla y Orán. Cuando todavía era un joven soldado imberbe ingresó en la batería de artillería del capitán Luis Daoiz, más tarde uno de los héroes del Dos de Mayo en Madrid. . Antes de la Guerra de la Independencia, el joven criollo ya había luchado contra los franceses en los Pirineos y contra los portugueses en la Guerra de las Naranjas (1802). En una misión de reclutamiento fue gravemente herido por unos matones que intentaron llevarse una maleta con tres mil reales de lana, cantidad procedente de la milicia. Todo ello sin olvidar su paso por la fragata Santa Dorotea, que formó una escuadra en el Mediterráneo contra los corsarios berberiscos. Durante este período naval conoció a Napoleón en Toulon, cuando este fue enviado en representación de "La Dorotea". El hecho de que el emperador lo saludara influyó en la admiración que siempre profesó San Martín por el corso como genio de la guerra. En 1804, su ascenso a Segundo Capitán a la edad de 27 años le obligó a cambiar de unidad. En el batallón “Voluntarios de Campo Mayor”, que se encontraba en Cádiz, conoció al general Francisco María Solano Ortiz de Rosas, marqués del Socorro. Ambos eran estadounidenses. Solano, hombre de ideas liberales, acogió calurosamente y con simpatía a su joven compatriota a quien ayudó y aconsejó por experiencia. Y ambos compartían una visión pesimista sobre el futuro de España y su gobierno en los territorios americanos. Ambos sintieron que la Patria se tambaleaba.

La extraña salida del Ejército español Los intentos revolucionarios ocurridos en Caracas y Buenos Aires en 1810 lo convencieron –o al menos eso dicen sus biógrafos, más permeables al mito– de que debía regresar lo antes posible a su patria para tomar partido por la suya. A decir verdad, no había nada de americano en el oficial español, salvo su lugar de nacimiento. Suyos eran los miembros del Ejército español. Había pasado su vida fuera del continente, su aspecto físico era europeo y su acento marcadamente andaluz. José de San Martín pidió ser dado de baja de las instituciones armadas españolas para atender “asuntos familiares en Lima”, lo cual fue mentira, y quedó definitivamente convencido. de qué lado quería estar cuando el inminente colapso del Imperio español los atrapara a todos. La suya era más bien una ensoñación liberal por encima de una independentista. Los criollos se organizaron. El 12 de septiembre de 1812 se casó en Buenos Aires con María de los Remedios Escalada, hija adolescente de una poderosa familia de la aristocracia estadounidense. Su familia era rica, prestigiosa y partidaria de la rebelión, lo que supuso un salto económico para José de San Martín, cuya única fortuna era la que había logrado acumular durante su carrera al servicio del Imperio español. De hecho, la familia de su mujer le llamaba "el soldado" y en ocasiones "el andaluz", porque tocaba la guitarra y hablaba a la manera de esa tierra. En 1813, los andaluces se unieron al ejército rebelde al frente de un cuerpo de combatientes de élite, los Granaderos a Caballo, que se hicieron conocidos por su victoria en San Lorenzo, impidiendo el desembarco de un ejército realista. Sin duda, el talento y la experiencia militar de alguien como San Martín iban a ser cruciales para derribar el último bastión del Imperio español en Sudamérica:la tierra sembrada por Pizarro.

¡Bolívar o nada! La serie de victorias de San Martín llevó al gobierno liberal establecido durante el Trienio Liberal en España a negociar una paz con los rebeldes latinoamericanos. Sin embargo, al fracasar las conversaciones, el libertador retomó la lucha armada y ocupó Lima el 6 de julio de 1821 con el título de Protector. Expulsó a miles de españoles notoriamente contrarios a la independencia y confiscó sus propiedades. A nivel político estableció la libertad de comercio y la libertad de prensa, pero no permitió ningún culto religioso distinto del católico. El Libertador esperó durante su protectorado poder consumar la independencia del territorio nacional y preparar el camino para el establecimiento de un régimen monárquico constitucional, lo que ha llevado a algunos a sostener que el gobierno de San Martín fue una dictadura. El tipo de Estado que debía establecerse en el Perú generó una brecha entre los partidarios de una monarquía y los de una república. Para monárquicos como San Martín, la república no era la forma de gobierno más conveniente para el Perú debido a la gran extensión de su territorio y la mala educación de las masas del país. Sabía mejor que nadie lo salvaje que podía ser un pueblo en caso de anarquía, y por eso quería un reino para el Perú dirigido preferentemente por un príncipe europeo, el infante de Castilla a ser posible. Una vieja idea que los propios Borbones habían sopesado en el pasado:una especie de reinos hispánicos liderados por los miembros de la dinastía. No en vano, la forma de gobierno del Perú y del resto de los nuevos estados que estaban surgiendo fue uno de los temas que trataron San Martín y Simón Bolívar, el gran líder de la Corriente Libertadora del Norte, durante su reunión en Guayaquil el pasado mes de julio. 26 de 1822. En esta reunión, Bolívar no estaba muy convencido de que San Martín estuviera a favor de una república democrática. José Acedo Castilla considera en su estudio “La actuación política del general” que San Martín creía que “traer al Gobierno a los más incultos y darles protagonismo era un desastre político”. El propio Bolívar sostuvo que el libertador del Perú “no creía en la democracia, estando convencido de que esos países sólo podían ser gobernados por gobiernos vigorosos, que hicieran cumplir la Ley, ya que cuando los hombres no la obedecen voluntariamente no les queda más remedio que la fuerza”. . En definitiva, San Martín fue producto de las ideas liberales de su época:un constitucionalista liberal, que concebía el Gobierno en manos fuertes y limpias y «no entregado a la ignorancia, la envidia, el rencor y el afán de lucro de determinadas personas». La educación tenía que estar por encima de la democracia Cuando San Martín le ofreció la dirección de la campaña libertadora en el Perú, Bolívar le hizo entender que sólo la aceptaría si se retiraba del Perú. ¡O Bolívar o nada!
Un exilio voluntario y nostalgia de España A su regreso a Lima, San Martín tenía claro que debía dejar libre el camino a Bolívar. Su etapa como libertador, ahora que ya no era necesaria su faceta militar, estaba llegando a su fin. Este plan se aceleró cuando supo a su regreso que el pueblo de Lima había capturado y expulsado a Bernardo Monteagudo, su mano derecha en el gobierno y otro defensor de la monarquía. Con grandes dificultades, el argentino logró reunir el Primer Congreso Constituyente, que desde un principio estuvo controlado por los republicanos liberales. El mismo día de su instalación (20 de septiembre de 1822) San Martín presentó su renuncia irrevocable a todos los cargos públicos que desempeñaba. Como los españoles todavía controlaban algunas provincias, Perú necesitaba las tropas de Bolívar si quería llevar el proceso de independencia a buen puerto. . Sus palabras de despedida tuvieron ese aire trágico tan característico de los héroes traicionados:«La presencia de un militar afortunado, por muy desinteresado que sea, es temible para los Estados recién constituidos. Por otro lado, ya estoy cansado de escuchar que quiero ser soberano. Sin embargo, siempre estaré dispuesto a hacer el máximo sacrificio por la libertad del país, pero en una simple clase privada y nada más.”

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