
Control del territorio En el norte, los Mochicas se habían extendido por el valle del río Jetepeque, cuyos principales asentamientos eran San José de Moro y Huaca Dos Cabezas, y por el valle del río Lambayeque, donde se ubican Sipán y Pampa Grande. Esta cultura norteña se destacó en el desarrollo de la metalurgia del cobre, de la que se han encontrado magníficos ejemplos en algunas tumbas de gobernantes, como la famosa tumba del Señor de Sipán, descubierta en 1987 por el arqueólogo peruano Walter Alva, y que supuso un Espectacular tesoro de piezas de orfebrería de gran belleza. Los mochicas conocían las técnicas de laminación, dorado, repujado y fundición, y dominaban las aleaciones metálicas. Utilizaban oro, plata, cobre, plomo, estaño e incluso mercurio. En el sur, los Mochicas ocuparon el valle del río Moche, donde se ubican la Huaca del Sol y la Huaca de la Luna, y el valle del río Chicama, donde se ubica el complejo ceremonial de El Brujo. Los Mochicas del sur se destacaron por su dominio de las técnicas alfareras, ya que mientras en el norte las formas cerámicas son más simples, en colores crema y rojo, en esta zona se han encontrado la mayoría de las cerámicas con formas de animales elaboradas por este pueblo. . Tanto el sur como el norte son zonas de gran aridez, y los mochicas tuvieron que superar el desierto mediante riego artificial. Desviaron agua de los ríos que bajan de los Andes y, utilizando ladrillos de barro, crearon un extenso sistema de acueductos, muchos de los cuales todavía están en uso. De esta manera desarrollaron una agricultura, con más de treinta variedades de cultivos, que les permitió disponer de una amplia gama de excedentes agrícolas. También explotaban ampliamente los recursos marinos, de los que el Océano Pacífico les proporcionaba en abundancia, además de la caza.
Una sociedad muy jerárquica Los mochicas se asentaron en centros urbanos que constituyeron el centro de pequeños estados con una estructura social altamente jerárquica. El núcleo principal de estos Estados eran las huacas. El soberano, que recibía el título de cie-quich, pertenecía a la nobleza militar y desempeñaba un papel importante en los rituales que se desarrollaban en las huacas. Su vida estuvo completamente dedicada a la guerra, a los ritos religiosos en honor a la principal divinidad mochica, Ai Apaec, y a realzar su prestigio frente a los líderes rivales. Debajo de los grandes señores estaban los sacerdotes, guardianes del conocimiento. astronómicos, arquitectónicos y metalúrgicos, y que también podían curar enfermedades. En un nivel inferior se encontraban los artesanos, los comerciantes y el pueblo llano, compuesto por campesinos, pescadores y soldados. Los esclavos, normalmente prisioneros de guerra, formaban el peldaño más bajo de la sociedad mochica. En el siglo VI, esta sociedad íntimamente arraigada en su entorno físico comenzó a sentir los estragos de un fenómeno meteorológico conocido como El Niño:una corriente oceánica cálida impide el afloramiento de las aguas más frías de la Corriente de Humboldt, lo que favorece la evaporación del agua del mar, que luego cae en forma de precipitaciones torrenciales. El Niño afecta esta zona con regularidad, pero en su momento fue inusualmente fuerte y prolongado:lluvias intensas e interminables asolaron la región durante treinta años.

El colapso de la sociedad Esta situación provocó una considerable conmoción en la vida económica y social mochica, al punto que en muchas ocasiones sus dirigentes debieron abandonar sus centros políticos, religiosos y administrativos debido a la destrucción causada por estos drásticos cambios climáticos. Los arqueólogos, por ejemplo, han descubierto que las lluvias caídas en la zona de Sipán obligaron a sus dirigentes a trasladarse al vecino asentamiento de Pampa Grande para seguir controlando desde allí el Valle de Lambayeque. Los señores de Cerro Blanco también tuvieron que abandonar el lugar para trasladarse al asentamiento de Galindo, ubicado en la estratégica quebrada del río Moche. Desde Galindo, que se convirtió en el centro más grande de la zona, los caciques mochicas podían controlar los sistemas de riego y el acceso a las tierras fértiles del valle del río Moche. La gente acordó con sus señores estar lo más cerca posible de las fuentes de agua y evitar las dunas que amenazaban los cultivos y los pueblos río abajo. Esta catastrófica serie de factores climáticos debilitó gravemente las instituciones mochica. La nobleza, alejada del día a día de sus súbditos, vivía ocupada en sus disputas dinásticas y ceremonias rituales. Pero el pueblo culpó a sus gobernantes por la situación caótica y por haber perdido el favor de los dioses. En consecuencia, los jerarcas aumentaron los sacrificios humanos para ganarse el favor divino, sin éxito. Sin embargo, el rico ajuar funerario encontrado en la tumba de una sacerdotisa, en San José de Moro, fechado alrededor del año 720, demuestra que la élite mochica se resistía a renunciar a sus privilegios ancestrales, a pesar de que este tipo de entierro significaba una enorme gasto para una sociedad castigada por el clima y debilitada por la escasez de alimentos y recursos. En la Huaca de la Luna, los arqueólogos desenterraron los restos de unos setenta hombres que habían sido sacrificados y desmembrados durante al menos cinco ceremonias rituales. Fueron víctimas de un rito diseñado para aplacar las poderosas fuerzas de la naturaleza.

Fuente:http://www .nationalgeographic. com.es/historia/grandes-informes/el-dramatico-fin-de-la-civilizacion-mochica_6641/2
Más información La corriente de El Niño y el destino de las civilizaciones. Brian Fagan. Gedisa, Barcelona, 2010. Sipán, descubrimiento e investigación. Walter Alba. Edición del autor, Lambayeque, 2004.