La esclavitud era una institución fundamental en el Sur y su marco legal reforzaba el poder y el control de los dueños de esclavos. El concepto de "separados pero iguales" no existía a principios del siglo XIX y los esclavos estaban categóricamente excluidos de los privilegios y oportunidades brindados a los ciudadanos blancos.
El sistema legal del Sur reflejó y perpetuó la deshumanización de los individuos esclavizados. Los códigos de esclavitud, aplicados en toda la región, restringían los movimientos de los esclavos, les prohibían portar armas e imponían duros castigos por sus violaciones. Los dueños de esclavos tenían amplia autoridad para disciplinar a sus esclavos, y los actos de violencia y crueldad contra individuos esclavizados a menudo eran excusados o tolerados.
La Ley de Esclavos Fugitivos de 1850 solidificó aún más el estatus legal de los esclavos. Esta ley federal exigía que todos los ciudadanos ayudaran en la captura de esclavos fugitivos e imponía duras penas a quienes ayudaran en su fuga. Sirvió como una herramienta poderosa para mantener el control sobre los individuos esclavizados, infundiendo miedo y opresión en todo el Sur.
En general, el estatus legal de los esclavos a principios del siglo XIX en el Sur se caracterizaba por su total falta de derechos legales, opresión sistemática y ausencia de cualquier reconocimiento o protección significativa de su humanidad.