En muchas ocasiones he comentado en el blog que el papel que históricamente han desempeñado las mujeres de las familias reales europeas las convierte en personajes dignos de estudio:en primer lugar por el absoluto desprecio por sus sentimientos y sus destinos, lo que supuso convertirlas en meras monedas de cambio para la búsqueda de alianzas políticas; y segundo, porque precisamente este juego de alianzas nos permite entremezclar en la biografía de una de estas mujeres la historia de los distintos países afectados por tales acuerdos. Así, en el blog hemos hablado de mujeres como Emma de Normandía, Catalina de Lancaster, Isabel de York, Juana Plantagenet o Catalina de Valois.
Nuestra protagonista de hoy es otro claro ejemplo del cruce de países:era hija de un rey escocés y una princesa inglesa, fue reina de Noruega y su descendencia jugó un papel crucial en un famoso enfrentamiento entre Escocia e Inglaterra.
Margarita era hija de Alejandro III, rey de Escocia, y Margarita Plantagenet, hija del rey Enrique III de Inglaterra y hermana del rey Eduardo I Longshanks de Inglaterra. El matrimonio de sus padres fue concertado para consolidar las siempre difíciles relaciones entre los dos grandes reinos de las Islas Británicas.
En 1281, cuando tenía veinte años, concertó su matrimonio con el rey noruego Erik Magnusson, que había ascendido al trono de su país apenas un año antes. En los últimos años, las discrepancias entre Escocia y Noruega por el control de las Islas Hébridas y la Isla de Man habían desembocado en un conflicto abierto que desembocó en una invasión de Escocia liderada por el rey Hakon de Noruega; Sus tropas se enfrentaron a las escocesas de Alejandro III en la batalla de Largs (1263), cuyo resultado no se tradujo en una victoria clara para ninguno de los dos ejércitos, sino que acabó con la retirada de los noruegos.
En 1266 Escocia y Noruega firmaron el Tratado de Perth que puso fin al conflicto. Noruega reconoció la soberanía escocesa sobre las Islas Hébridas y la Isla de Man, así como sobre el resto de territorios continentales, a cambio del pago de una suma de dinero. Por su parte, Escocia reconoció la soberanía noruega sobre las Shetland y las Orcadas.
Como un elemento más de este nuevo clima de entendimiento entre ambos reinos, el matrimonio que hemos comentado anteriormente se concertó entre nuestra protagonista, la princesa Margarita de Escocia, y el joven rey de Noruega, Erik Magnusson. Margarita fue la única hija superviviente del matrimonio de sus padres, ya que los otros dos descendientes de Alejandro III ya habían muerto para entonces. Fue por ello que se estableció uno de los pactos más importantes del contrato matrimonial entre la princesa escocesa y el rey noruego:que sus descendientes heredarían la corona de Escocia.
Sin embargo, el 9 de abril de 1283 la reina Margarita de Noruega falleció en Tonsberg dando a luz a la primera y única hija del matrimonio, la cual fue bautizada con el mismo nombre que su madre y a la que se conoció con el nombre de Margarita la doncella de Noruega. Este hecho complicó enormemente la situación en Escocia. El rey Alejandro III era viudo, sus tres hijos habían muerto y su única descendiente era una niña noruega.
El rey de Escocia decidió entonces volver a casarse para intentar producir un heredero que asegurara su sucesión y se casó con la princesa francesa Yolande de Drieux en 1285. Pero en 1286, antes de que su segundo matrimonio fuera fructífero, el rey de Escocia murió en un oscuro accidente. provocado por un extraño paseo nocturno que decidió emprender en medio de un fuerte aguacero. Su caballo resbaló por unos acantilados y el rey cayó de su montura y se rompió el cuello.
Los años siguientes fueron realmente difíciles para Escocia. Se nombró un consejo de seis Guardianes del reino para ejercer el gobierno durante la minoría de edad de la heredera al trono, la niña Margarita de Noruega, y se concertó un matrimonio para ella para asegurar la estabilidad del país. El elegido fue el hijo del rey de Inglaterra Eduardo I, no sin antes mantener arduas negociaciones para dejar claro el mantenimiento de la independencia y soberanía escocesa. Una vez resueltos los detalles, en 1290 se acordó que Margarita de Noruega viajaría a Escocia para ser coronada formalmente y sellar su compromiso matrimonial, con tal mala suerte que el barco en el que viajaba hacia Escocia naufragó y la hija del protagonista de este post murió.
Escocia se encontraba en una situación muy complicada, sin rey ni herederos directos al trono y con las dos principales familias del país, los Balliol y los Bruce, en abierta disputa sobre quién debía heredar la corona. Todo esto mientras el rey de Inglaterra Eduardo I esperaba los acontecimientos para apoderarse del reino vecino decapitado y William Wallace y Robert the Bruce todavía no sabían lo que les deparaba el destino… pero esa es otra historia (contada por cierto en el dedicado publicación de blog sobre las consecuencias de la muerte de Alejandro III de Escocia).