Pocas figuras han despertado tanto interés en la historia de los reinos medievales peninsulares como la de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. A estas alturas resulta difícil separar el personaje histórico del legendario y ello exige, en primer lugar, realizar un análisis de las fuentes históricas que han glosado sus aventuras.
Si dejamos de lado las canciones épicas, especialmente el famoso Cantar de Mio Cid , que (sin negar su mérito como obra literaria) carece de valor como fuente histórica fiable, existe una nutrida bibliografía que permite afirmar sin lugar a dudas la veracidad de la figura de Rodrigo Díaz de Vivar. Además de las fuentes cristianas, diversas crónicas musulmanas hacen referencia a él y, lo que es más importante, hay diplomas y documentos que perfilan a Rodrigo interviniendo de una forma u otra en los hechos que en ellos se relatan.
Existe una primera obra contemporánea a la vida del propio Cid, la llamada Carmen Campodoctoris , poema compuesto entre los años 1082 y 1093, pero se trata de una composición laudatoria del personaje, demasiado breve y que sólo llega al año 1082, por lo que no basta como fuente para descifrar la figura del Campeón, aunque sí revela el origen de esta denominación (que significa aquel que sobresale en el campo de batalla con acciones indicadas), cuando, tras narrar su primera gran victoria, detalla:
Este fue su primer combate singular,
Cuando, aún adolescente, venció al navarro
Desde entonces, los hombres más nobles
Lo llamaron Campeón.
La siguiente obra de la que necesariamente tenemos que hablar como fuente histórica es la Historia Roderici. , escrito poco después de su muerte (Menéndez Pidal estimó que fue escrito antes de julio de 1110) por autor desconocido, pero todo indica que fue testigo de los hechos narrados. El manuscrito de la Historia Roderici Sufrió diversas y novelescas vicisitudes desde que fue descubierta en 1785 por el padre Manuel Risco en la Colegiata de San Isidoro de León hasta que acabó en la Real Academia de la Historia.
La veracidad del manuscrito (que contiene tanto una narración de hechos como una transcripción de documentos) ha sido confirmada por otras fuentes históricas, tanto cristianas como musulmanas, lo que confirma que el autor fue contemporáneo de la historia y de su protagonista y que tuvo acceso a documentos del propio archivo familiar del Cid, lo que no exime de la obligación de analizar críticamente su contenido.
Otras fuentes históricas en las que se menciona a Rodrigo Díaz de Vivar son Cronicón Burgense, Anales Compostelanos, Anales Toledanos Primeros, Cronicón de Cardeña, Cronicón Malleacense y Crónica Najerense.
Entre las fuentes musulmanas destacan La elocuencia que evidencia la gran calamidad, escrito por el musulmán valenciano Ibn Alqama, que narra desde el punto de vista de los vencidos, la conquista de Valencia de la que el autor fue testigo directo (nació hacia 1037 y murió en 1116). El original de esta obra se perdió y ha llegado hasta nosotros a través de transcripciones extraídas de escritos cristianos posteriores o compilaciones musulmanas.
Menos significativa (e históricamente menos fiable por su parcialidad), la obra Tesoro de las excelencias de los pueblos de la Península , La obra de Ibn Bassam es, sin embargo, de gran utilidad para conocer datos significativos sobre el periodo del gobierno del Cid en Valencia.
Y otras obras musulmanas que también abordaron en algún momento la figura del Cid son las de los historiadores posteriores Ibn al-Kardabus, Ibn Idari al-Marrakusi, Ibn Abi Zar, Ibn al-Jatib, Ibn Sammak al-Malaqi, Ibn Jaldún. y al-Maqqari.
Por último, multitud de cartas y diplomas de diversa procedencia dan testimonio de diversos momentos y hechos de la vida del Cid. Menéndez Pidal recopiló en su Cartulario Cidiano 63 diplomas de centros eclesiásticos y referidos a Rodrigo Díaz de Vivar, aunque algunos de ellos no resisten el análisis crítico y deben ser descartados por apócrifos.
Una vez establecida la veracidad histórica de la figura de Rodrigo Díaz de Vivar y revisadas las fuentes que tratan de su vida, llega el momento de abordar el episodio que es objeto de esta entrada:el primer destierro del Cid. Esto nos obliga a afrontar la difícil relación entre el Campeador y el monarca que le condenó a esta pena:Alfonso VI, rey de León, Castilla y Galicia.
El Cantar del Mío Cid narra un episodio que ha quedado grabado en el imaginario popular, cuando Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, que había sido principal criado y mano derecha del difunto Sancho II, hizo jurar tres veces a Alfonso VI que No hubiera tenido nada que ver con la muerte en Zamora de su hermano Sancho. De esta manera, el burgalés se ganó el disgusto de Alfonso, una enemistad que se prolongaría con el paso de los años.
No existe base histórica alguna que sustente este episodio del triple juramento. Las primeras fuentes que lo reseñan, las crónicas de Lucas de Tuy (hacia 1236) y Rodrigo Jiménez de Rada (hacia 1243) son casi doscientos años posteriores a los hechos y no se distinguen precisamente por su fiabilidad histórica, que sacrifican en más de una ocasión a beneficio del relato épico de la historia del reino castellanoleonés. La Carmen Campidoctoris y la Historia de Roderici No dicen nada sobre este asunto.
El Cid no requirió tres veces ese insólito juramento al rey, ni Alfonso se trabó en aquel momento enemistad con el burgaleso, que fue bien recibido en la corte y al que propuso casar a la sobrina del rey, Jimena. Puente López señala que se pudo haber producido algún tipo de juramento exculpatorio, pero desprovisto de toda la parafernalia legendaria. Este procedimiento era para él:
“Algo común en esas circunstancias, tras la muerte de un monarca en circunstancias violentas. La imaginación juglaresca posterior dio un barniz dramático a este juramento, incluyendo personajes ficticios y habituales en la literatura épica castellana. Y sin que haya relación alguna con este asunto, es normal considerar que las circunstancias obligaron a Alfonso a prescindir de Rodrigo Díaz como lugarteniente real, en favor de su fiel Pedro Ansúrez».
El 8 de diciembre de 1072 Rodrigo Díaz sí aparece en la lista de otorgantes de un diploma otorgado en Cardeña que hace referencia a la presencia de Alfonso en Castilla, lo que da fe de que era uno de los miembros de su comitiva. Esto también lo informa la Historia Roderici :«Pues bien, después de la muerte de su señor el rey Sancho, que le había criado y le había amado mucho, el rey Alfonso le recibió con toda honra como a vasallo y le tuvo cerca de sí con gran amor y reverencia».
La Carmen Campidoctoris Va aún más lejos y cuenta cómo el rey "empezó a sentir no menos cariño por él, queriendo distinguirlo por encima de los demás, hasta que sus compañeros de la corte empezaron a envidiarlo".
Las diferencias entre unos y otros vendrían después y hay que mencionar en este sentido un episodio que provocó que Rodrigo se peleara con uno de los principales y más cercanos magnates al monarca del reino de León.
En la segunda mitad del año 1079, el rey encomendó a su vasallo de Vivar una honrosa tarea, la de cobrar los desterrados adeudados por la taifa de Sevilla. Rodrigo llegó a la capital sevillana, donde acordó la cantidad a cobrar. Pero antes de partir, el rey al-Mutamid le informó que sufría un ataque de su reino vecino, el de Granada, y solicitó la ayuda de la comitiva del Cid, en cumplimiento del pacto con Alfonso (la defensa del reino sevillano contra el pago de los parias).
Rodrigo se dispuso efectivamente a cumplir la parte del acuerdo que le correspondía y llegó a Cabra, donde se encontraba el ejército del rey de Granada, al-Mudaffar. El problema, según la Historia Roderici , fue que junto a la hueste granadina se encontraba otro contingente leonés, al mando del poderoso conde García Ordóñez, gobernador de La Rioja, acompañado de varios nobles navarros (la esposa de García Ordóñez, Urraca, era hija del rey de Pamplona) . /P>
El Cid envió un mensaje al rey de Granada en el que le instaba a retirarse, ya que el rey de Sevilla estaba bajo la protección de Alfonso VI. Pero los granadinos rechazaron burlonamente su petición, que parece haber sido compartida por el contingente leonés de García Ordóñez.
Agotados los intentos diplomáticos, ambos ejércitos se enfrentaron en el campo de batalla durante tres horas, siendo la fuerza granadina la más afectada. García Ordóñez y sus familiares navarros fueron hechos prisioneros, despojados de sus tiendas y restos de sus pertenencias y, tras tres días de cautiverio, liberados por el Cid. La mención de que el Cid incluso se permitió humillar a García tirándole de la barba parece ser una adición posterior al Cantar de Mio Cid No hay base histórica que lo respalde. Aun así, para el conde, la derrota en la batalla de Cabra y el botín que le arrebató Rodrigo debieron resultar bastante humillantes. Se había ganado un enemigo poderoso y, según la Historia Roderici , "muchos envidiosos, tanto entre sus allegados como entre los extraños, acusaron al Campeón ante el rey de muchas falsedades."
Es posible que Alfonso recibiera noticias contradictorias sobre lo ocurrido en Cabra y que considerara que, en cualquier caso, el Cid había actuado con demasiada dureza al mantener prisioneros a García y a los navarros durante tres días y despojarlos de sus pertenencias. Pero no tomó ninguna medida contra Rodrigo por el momento. Para ello tendríamos que esperar a otro episodio y a eso dedicaremos la segunda entrada de esta serie.
Despierta Ferro Antiguo y Medieval Nº40. El Cid
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