Historia de Europa

El juicio de los caballeros templarios

El juicio de los caballeros templarios

Por Rainer Sousa

Una gran cantidad de tierra, recursos financieros y un ejército poderoso. Esta parecía ser la receta infalible de algunos reyes para poder someter su autoridad durante el proceso de formación de las monarquías nacionales europeas. A pesar de parecer simple, tal proyecto de concentración del poder político necesariamente debería pasar por los obstáculos impuestos por las instituciones que legitimaban el poder político de clérigos y nobles terratenientes.

En la Francia del siglo XIV tenemos uno de los hechos más interesantes vinculados a esta experiencia histórica cuando observamos el conflicto entre el monarca Felipe IV el Hermoso y los miembros de la Orden de los Caballeros Templarios. Para entonces, esta orden religiosa creada por la Iglesia se había enriquecido gracias al importante papel militar desempeñado en las Cruzadas. En Francia, se volvieron políticamente influyentes y controlaron un número significativo de tierras.

Codicioso de las riquezas templarias, el rey Felipe IV intentó unirse a la orden sin el éxito esperado. Con ello decidió instaurar una abnegada persecución religiosa acusando a los miembros de esta Orden de practicar rituales y difundir creencias alejadas de los dogmas previstos por la Santa Sede. Al presionar al Papa Clemente V, el Rey de Francia logró materializar un proceso legal en el que los Templarios serían juzgados por los crímenes que presuntamente cometieron.

Durante el proceso, el rey intentó impedir el testimonio de algunos líderes templarios que pudieran influir en la decisión a su favor. A pesar de toda la presión real, el Papa Clemente V y los demás cardenales que disfrutaron del caso decidieron absolver completamente a los Templarios de cualquier tipo de cargo. Sin embargo, efectivamente existían algunas tradiciones entre los Templarios que podrían justificar la persecución interesada de Felipe IV.

En sus rituales iniciáticos, los Templarios debían someterse a una sesión en la que escupían en la cruz e intercambiaban algunos besos con el preceptor que les presentó la Orden. Aunque exótico, el Papa logró comprender que el extraño acto era común a un grupo militar donde la cuestión de la lealtad era fundamental. Además, el entendimiento de Clemente V se basó en el hecho de que los Templarios no negaron ninguna de las liturgias católicas.

Aunque la decisión frustró los planes monárquicos, la tensión y la desconfianza cultivadas por el incidente motivó al Papa a organizar una asamblea pública en 1308, donde dijo que la situación de los Templarios se resolvería en un concilio que tendría lugar dos años después. Hasta ese momento, parecía que la vaguedad papal serviría para calmar los ánimos y dejar que la Orden Templaria siguiera su propio camino.

Sin embargo, Felipe IV decidió llevar a cabo otro nuevo incidente que haría tambalear la situación entre la monarquía y la Iglesia. Ese mismo año, el rey acusó, juzgó y condenó a muerte en la hoguera al obispo de Troyes. Esta acción autoritaria tenía como objetivo impedir que los obispos más poderosos de Francia apoyaran al monarca francés. De lo contrario, comprarían una guerra que podría amenazar seriamente la unidad religiosa católica dentro de Europa.

Intimidado por las represalias del rey, el Papa Clemente V se encontró en una situación incómoda:o preservaba la unidad cristiana o compraría una costosa lucha para defender a los Templarios. Finalmente, en el Concilio de Vienne (1311 - 1312), el jefe supremo de la Iglesia anunció la extinción de la orden religiosa mediante acción administrativa. Con este precedente, Felipe IV consiguió arrestar, saquear y matar a todos los caballeros templarios presentes en Francia.

Al poco tiempo, Jacques de Molay, Gran Maestre de los Templarios, fue quemado en la hoguera en una pequeña isla en el río Sena. Según relato de un escritor de la época, antes de morir Molay profetizó que Felipe IV y Clemente V serían juzgados por Dios por la injusticia que habían cometido. Unas semanas más tarde, murieron el rey de Francia y el Papa. Tal coincidencia, aún hoy, alimenta los mitos que hablan de los secretos y misterios de la Orden Templaria.


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