Historia de Europa

Feminismo y sufragismo en España:el derecho de las mujeres al voto.

La reivindicación del derecho al voto de las mujeres aparece ligada desde sus orígenes al pensamiento y acción de grupos de mujeres que tomaron conciencia de la situación injusta a la que estaban sometidas por una estructura social patriarcal que las ignoraba. La consecución de derechos sociales, legales y económicos fue un proceso largo que alcanzó su punto máximo ya entrado el siglo XX en las sociedades occidentales. Las batallas, sin embargo, aún no han logrado la victoria final, quedan muchos flancos que atender, pero también es innegable que los avances han sido grandes.

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1. Apuntes sobre los orígenes del movimiento feminista.

El feminismo, entendido como una doctrina que promueve la igualdad de derechos de las mujeres, encuentra su precedente en el pensamiento ilustrado del siglo XVIII. La Revolución Francesa de 1789 permitió que las peticiones de las mujeres llegaran a las instituciones políticas revolucionarias; Sobre ello escriben personalidades como Condorcet u Olympe de Gouges, esta última en su Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana , publicado en 1791, hace un claro alegato a favor de reconocer a las mujeres los mismos derechos que a los hombres. Un fenómeno marginal, sin duda, circunscrito a entornos cultos, pero un primer paso teórico.

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La influencia de estos textos no tardó en llegar a Gran Bretaña, pero todavía haría falta un siglo para que se materializaran los primeros movimientos feministas, vinculados al liberalismo o al socialismo político. En todos los lugares, y lo mismo ocurrirá algo más tarde en España, las reivindicaciones feministas estuvieron encaminadas a obtener mejoras educativas y legislativas en materia de derechos económicos y laborales, poco se habló del derecho al voto. En 1866 John Stuart Mill presentó la primera moción en el Parlamento británico a favor del sufragio femenino, peticiones que se repetirían años después con resultados negativos. A pesar de estos reveses políticos, el sufragio ganó una base social y en 1897 se creó la Unión Nacional de Sociedades de Sufragio Femenino. Fue, entonces, en Gran Bretaña y casi en paralelo al de Estados Unidos, donde surgieron mejor y con más intensidad los movimientos feministas y las reivindicaciones sufragistas.

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En muchos casos, el feminismo y el sufragismo no constituyeron movimientos autónomos sino que estaban vinculados a partidos políticos y sindicatos de todas las ideologías. A finales del siglo XIX y ya en el siglo XX, numerosos países comenzaron a conceder el derecho al voto a las mujeres:

País Año
Nueva Zelanda 1893
Australia 1902
Finlandia 1906
Noruega 1913
Dinamarca 1915
Gran Bretaña 1917
Unión Soviética 1917
Estados Unidos 1920 (en la presidencia)
España 1931
Brasil 1935
Uruguay 1938
Francia 1946
Argentina 1947
México 1953 (a nivel nacional)

2. Feminismo en España hasta la Segunda República.

El feminismo histórico debe verse como un movimiento social plural y diverso que tiene características propias que se relacionan con el contexto español de cada momento histórico y con la experiencia de mujeres muy diversas. El fenómeno del feminismo histórico debe entenderse también como un proceso social de renegociación del contrato social de género y no sólo como un movimiento que busca confrontar el sistema patriarcal. Las manifestaciones feministas fueron débiles, minoritarias y muy moderadas durante el siglo XIX.

Hasta la administración demócrata (1868-1874), el sufragio censal establecido por las distintas constituciones liberales garantizaba el monopolio de la política a una minoría que nunca superaba el 4% de la población. Durante la Restauración el sistema se abrió un poco más pero dejó fuera a todas las fuerzas que cuestionaban el sistema político. Los niveles de fraude político y corrupción facilitaron el distanciamiento de muchos sectores sociales de la participación política, como los anarquistas. En este contexto, el feminismo no planteó reivindicaciones políticas, por lo que no prosperó el surgimiento de un feminismo político liberal, como había sucedido en Gran Bretaña o Estados Unidos. Sin embargo, el feminismo español tomó otros caminos, actuando en los espacios en los que la presencia femenina era habitual, vinculándose, ya más tarde, a finales de siglo, a partidos o movimientos políticos –anarquismo, Lliga Regionalista Catalana– o a personalidades aisladas –Emilia Pardo Bazán.

A principios del siglo XX se destaca la variedad de modalidades del feminismo. Así, el feminismo catalán se estructura en torno a un discurso patriótico vinculado a Solidaridad Catalana. Acepta la política como patrimonio masculino y entiende el sufragio como algo propio de los hombres. Subrayan, sin embargo, el papel de la mujer en la configuración de una identidad cultural catalana, por lo que sus reivindicaciones van encaminadas a reivindicar un papel de la mujer en el mundo cultural y educativo. Sin embargo, a pesar de su carácter conservador, el feminismo catalán impulsó los derechos sociales y culturales de las mujeres.

Similar fue la postura de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), creada en 1918, al adoptar un discurso nacionalista español en el que la mujer desempeña el papel de inculcadora, junto con la escuela, de los principios nacionales para lo que debe contar con todos los medios necesarios. Aunque pretendía distanciarse del radicalismo político y permanecer en el centro político, su programa tiene un sesgo conservador. Poco antes, en 1912, se había creado en Madrid la Asociación de Mujeres Socialistas, vinculada al PSOE.

El surgimiento de estas asociaciones debe interpretarse como un síntoma de cambio social y un intento de revisar un sistema patriarcal profundamente arraigado. Y aunque sus demandas políticas y sufragistas tardarán en aparecer, su interés por la educación femenina y las reformas sociales fueron una clara manifestación de lo dicho. A partir de los años veinte el feminismo español incorpora reivindicaciones políticas. El programa ANME planteó reivindicaciones relevantes:reforma del Código Civil, abolición de la prostitución, derecho a ejercer profesiones liberales, igualdad salarial,... La asociación nunca contó con el apoyo de ningún partido político, hecho que pudo haber influido en su transformación en partido político en 1934 con el nombre de Acción Política Feminista Independiente, existiendo como tal hasta 1936.

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A finales de los años veinte y principios de los treinta, los cambios políticos que se estaban produciendo en el país impulsaron un feminismo político liberal que exigía el sufragismo, basado en el principio de igualdad entre hombres y mujeres. Mujeres como Clara Campoamor, Margarita Nelken o Victoria Kent adoptaron este enfoque. Sin embargo, cabe señalar que incluso en el momento del debate sobre el sufragio en las Cortes, el sufragismo era un movimiento muy pequeño en la sociedad española, aunque contó con figuras tan excepcionales como las ya mencionadas y otras menos conocidas.

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3. La consecución del derecho al voto de las mujeres en la Segunda República.

La Segunda República representó una oportunidad única para llevar a cabo las propuestas democráticas que habían sido esbozadas por personalidades y colectivos feministas. En la vida política republicana participaron importantes voces feministas, aunque a través de los distintos partidos:María Martínez y Matilde Huici con el PSOE; Elisa Soriano y Clara Campoamor con el Partido Radical Socialista; Carmen de Burgos con Izquierda Republicana, etc.

El primer paso para favorecer la inclusión de las mujeres en la política con los mismos derechos que los hombres fue el Decreto del 8 de mayo de 1931 que declaró a las mujeres elegibles en las próximas elecciones a las Cortes Constituyentes que se celebrarían el 28 de junio. ellos -Clara Campoamor (Partido Radical Socialista) y Victoria Kent (Izquierda Republicana) de un total de 465 diputados.

Clara Campoamor fue elegida relatora de la comisión constitucional encargada de redactar una nueva Constitución y participó activamente en la redacción de los artículos referentes a los derechos de las mujeres. Así, el artículo 34 del proyecto establecía la igualdad de derechos electorales a todos los ciudadanos independientemente de su sexo siempre que fueran mayores de 23 años.

Curiosamente, los diputados de derecha, que seguían viendo el papel de la mujer exclusivamente en el marco familiar, ven en el voto femenino una oportunidad para variar los resultados electorales ya que pensaban que las mujeres estaban muy influenciadas por la Iglesia y que votarían más medida a las formaciones conservadoras. Por el contrario, los grupos republicanos y de izquierda expresaron sus temores sobre su conveniencia al considerar que el voto femenino era más conservador. Y si bien es cierto que estas predicciones parecieron cumplirse en las elecciones de 1933, no fue así en las de 1936, lo que demuestra que los resultados dependieron más de las respectivas alianzas entre partidos que del rumbo del voto femenino.

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La dura batalla dada por Clara Campoamor, incluso contra Victoria Kent, partidaria de posponer el derecho al voto de las mujeres, logró que el artículo fuera aprobado con 161 votos a favor y 121 en contra. Votaron a favor el PSOE –con algunas excepciones–, la derecha y pequeños grupos republicanos –catalanes, progresistas… Acción Republicana, el Partido Radical Socialista –al que pertenecía Campoamor– y el Partido Radical votaron en contra. De esta forma, la Constitución de 1931 incluyó, por primera vez en España, el derecho al voto de las mujeres. Un breve logro ya que tras la victoria de las fuerzas franquistas en la Guerra Civil (1936-1939) las mujeres volvieron a pasar a un segundo plano social, político y económico, sometidas también a los designios totalitarios del nacional-catolicismo.

Feminismo y sufragismo en España:el derecho de las mujeres al voto.

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