En 996 d.C., los búlgaros, bajo el mando del zar Samuel, aprovechando la participación del emperador Vasilios Bulgaroktonos con los árabes, sitiaron Tesalónica. Sin embargo, al no poder capturar la ciudad bien fortificada, se dirigieron al sur y saquearon hasta Larisa, que arrasaron, literalmente hasta Corinto.
La intensidad de la invasión búlgara obligó al emperador a enviar fuerzas a Grecia, que comandaba bajo el mando del general Nicéforo Urano. Mientras los búlgaros avanzaban de nuevo hacia el norte, cargados de botín y arrastrando consigo a miles de mujeres y niños que habían capturado, Urano los siguió con cuidado, atacando, cuando era posible, sus retaguardias.
Este juego del gato y el ratón continuó hasta las Termópilas. Allí Urano cruzó el río con su ejército y se encontró frente a los búlgaros, que, debido al botín y a los prisioneros, avanzaban lentamente. Los búlgaros acamparon en la orilla sur, con los bizantinos delante de ellos.
Debido a las fuertes lluvias, el río era intransitable, por lo que los búlgaros colocaron pequeñas guarniciones a lo largo de la orilla que controlaban. Incapaces de moverse, los dos ejércitos se enfrentaron durante varios días, dando una sensación de seguridad a los búlgaros, que creían que los bizantinos no podrían cruzar el río.
Sin embargo, los famosos jinetes ligeros tabezitas del ejército bizantino, descubrieron un punto por donde el ejército podía, con esfuerzo, pasar. Inmediatamente Urano corrió al lugar y después de asegurarse ordenó al ejército que se preparara para pasar tan pronto como cayera la noche.
Así sucedió. En absoluto orden, los bizantinos cruzaron el río de noche y se acercaron al campamento búlgaro. Sin embargo, no atacaron, esperando el amanecer, por miedo a matar a los prisioneros griegos de los búlgaros en la oscuridad y la confusión. De repente, tan pronto como empezó a cantar, los bizantinos con el canto "Señor Misericordia", se adelantaron.
Los sorprendidos búlgaros no pudieron resistir, pero los que pudieron huyeron, dejando atrás botín y prisioneros. Alrededor de 1.000 personas que intentaron resistir fueron asesinadas. Otros 12.000 fueron capturados. Pero lo más importante fue la liberación de los prisioneros, quienes con lágrimas en los ojos agradecieron a los soldados que los salvaron.
Samuel y su hijo Radomir que lo seguían se salvaron. Pero esta derrota fue el principio del fin del Primer Imperio Búlgaro.