Desempleo: La desmovilización después de la guerra provocó una repentina afluencia de trabajadores a la fuerza laboral, creando una intensa competencia por los puestos de trabajo. Muchos trabajadores fueron despedidos o no pudieron encontrar un nuevo empleo, lo que provocó un desempleo generalizado.
Disturbios industriales: La guerra había perturbado las relaciones laborales normales y provocado una interrupción de la comunicación entre empleadores y trabajadores. Esto resultó en un aumento del malestar industrial, incluidas huelgas y cierres patronales.
Cambios políticos y sociales: La guerra había provocado importantes cambios políticos y sociales, incluido el surgimiento de movimientos laborales y la demanda de mayores derechos para los trabajadores. Esto condujo a un mayor activismo de los trabajadores y al deseo de tener más voz en las decisiones en el lugar de trabajo.
Inflación: El aumento de la inflación después de la guerra erosionó aún más el poder adquisitivo de los trabajadores, haciéndoles más difícil satisfacer sus necesidades básicas y provocando un mayor descontento.