Había varias razones por las que los alemanes orientales querían que se derribara el muro. Primero, era una barrera a la libertad de movimiento. A los alemanes orientales no se les permitía viajar libremente hacia Occidente, e incluso si conseguían permiso para viajar, estaban sujetos a controles estrictos. El muro dificultó que los alemanes orientales visitaran a amigos y familiares en Occidente, y también les dificultó viajar por motivos de trabajo o educación.
En segundo lugar, el muro era un símbolo de la división de Alemania. Los alemanes orientales estaban orgullosos de ser alemanes y querían ser parte de una Alemania unificada. El muro les recordó la división de su país y el hecho de que eran ciudadanos de segunda clase.
En tercer lugar, el muro fue una fuente de dificultades económicas para los alemanes orientales. La economía de Alemania del Este estaba en declive y el muro dificultó el funcionamiento de las empresas. El muro también dificultó que los alemanes orientales consiguieran empleo en el oeste, donde los salarios eran más altos.
En 1989, comenzaron una serie de manifestaciones pacíficas en Alemania del Este. Estas manifestaciones fueron encabezadas por un grupo de jóvenes que querían lograr un cambio. Los manifestantes pidieron que se derribara el muro y se reformara el gobierno de Alemania Oriental.
El gobierno de Alemania Oriental inicialmente se negó a escuchar a los manifestantes, pero finalmente se vieron obligados a ceder. El 9 de noviembre de 1989 se abrió el Muro de Berlín. Este acontecimiento supuso un importante punto de inflexión en la historia de Alemania. El colapso del muro condujo a la reunificación de Alemania y al fin de la Guerra Fría.