El 1 de marzo de 1801, Thomas Jefferson se enteró de que el gobierno español había cedido en secreto el Territorio de Luisiana a Francia en virtud del Tratado de San Ildefonso de octubre de 1800. El Territorio de Luisiana era un área de tierra que comprendía parte o la totalidad de los 15 actuales estados de Estados Unidos. Temeroso de que los franceses recuperaran el control del puerto de Nueva Orleans, que Estados Unidos estaba utilizando para exportar sus productos al resto del mundo, Jefferson envió a Robert Livingston, un político y diplomático estadounidense, y a James Monroe, un futuro presidente, para negociar la Compra de Nueva Orleans al gobierno francés.
A pesar de la desgana inicial, Bonaparte se encontró enfrentando dificultades financieras causadas por la guerra en curso en Europa. Además, era consciente de la importante amenaza que representaba la Marina Real Británica para su control sobre el territorio de Luisiana. Con su atención centrada en los conflictos al otro lado del Atlántico. Bonaparte vio una oportunidad de generar fondos sustanciales y asegurar una buena relación con Estados Unidos vendiendo el territorio de Luisiana. Esta decisión no sólo satisfizo las necesidades financieras de Bonaparte, sino que también debilitó a un posible aliado de Gran Bretaña.