Una conexión notable fue el matrimonio del gran duque Konstantin Konstantinovich de Rusia, miembro de la familia Romanov, con la princesa Zlata de Serbia, hija del rey Pedro I de Serbia, de la familia Karadjordjevic. Esta unión tuvo lugar en 1889, estableciendo un vínculo familiar directo entre las dos dinastías reales.
A través de este matrimonio y otras conexiones familiares, las familias reales rusa y serbia compartían líneas sanguíneas comunes y tenían fuertes vínculos que se extendían más allá de las relaciones políticas y diplomáticas. Estas conexiones desempeñaron un papel importante en el fomento de los vínculos culturales e históricos entre Rusia y Serbia, lo que llevó a vínculos duraderos entre las dos naciones.