Sudeste de Europa:el Imperio Otomano controlaba gran parte del sudeste de Europa, abarcando las actuales Bulgaria, Serbia, Bosnia y Herzegovina, Croacia (parcialmente), Hungría (parcialmente), Rumania (parcialmente), Grecia y Albania. Los Balcanes cayeron bajo el dominio otomano, lo que dio lugar a importantes influencias culturales, arquitectónicas y culinarias que aún se pueden ver en la actualidad.
Anatolia y Oriente Medio:dentro de Asia, el Imperio Otomano dominaba Anatolia (actual Turquía), Armenia y partes de Oriente Medio, incluidas Siria, Palestina, Jordania y partes de Irak. Esta región era el territorio central del imperio y el corazón de su poder político, económico y militar.
Norte de África:En África, los otomanos establecieron control sobre Egipto y gradualmente extendieron su influencia a lo largo de la costa norte de África. Conquistaron Argelia, Túnez y Libia, asegurando el dominio sobre las rutas comerciales del Mediterráneo. La influencia del imperio llegó hasta Marruecos.
Región del Mar Negro:La región del Mar Negro, incluida la Península de Crimea, cayó bajo control otomano, lo que otorgó al imperio acceso a las valiosas rutas comerciales del Mar Negro.
El Mar Rojo y el Golfo Pérsico:Los otomanos establecieron una presencia a lo largo del Mar Rojo y el Golfo Pérsico, asegurando el control sobre importantes rutas comerciales que conectaban el Este con Europa. Extendieron su influencia a la Península Arábiga y participaron en conflictos con las potencias europeas que buscaban el control de estas rutas marítimas vitales.
A pesar de su vasta extensión territorial, el Imperio Otomano enfrentó numerosos desafíos para mantener el control sobre un dominio tan diverso y extenso. La decadencia del imperio comenzó en el siglo XVIII, lo que llevó a la pérdida gradual de territorios en los siglos siguientes.