Sin embargo, también es importante reconocer la importancia de la intensa resistencia nacionalista en Europa como factor importante que contribuyó a la caída de Napoleón. Los territorios y naciones conquistados bajo el dominio francés experimentaron un aumento de los sentimientos nacionalistas, lo que provocó levantamientos y movimientos de resistencia. Por ejemplo, la Guerra Peninsular en España y la Rebelión Tirolesa en Austria ejemplificaron la feroz oposición que enfrentó Napoleón por parte de las fuerzas nacionalistas.
Además, el fracaso de la invasión de Rusia por Napoleón en 1812 resultó desastroso y marcó un punto de inflexión en su suerte. Las condiciones climáticas extremas, las grandes distancias y las tácticas de tierra arrasada empleadas por los rusos provocaron pérdidas masivas para el ejército francés, debilitando significativamente la fuerza militar de Napoleón.
Por lo tanto, si bien las propias ambiciones de Napoleón desempeñaron un papel en su caída, fue la combinación de una intensa resistencia nacionalista, errores de cálculo estratégicos y otros factores como la tensión económica y la inestabilidad política lo que finalmente provocó su derrota.