A principios del verano de 1937, la campaña de Vizcaya había finalizado con el frente estabilizado en los límites de la provincia de Santander, que quedaba, junto con Asturias, como el único territorio controlado por el Gobierno de la República en el Golfo de Vizcaya. . Los restos del Ejército Vasco se agruparon en cuatro divisiones de nueva creación, numeradas del 48 al 51, que se sumaron a las de Santander para defender un territorio sentenciado y a las que sólo daría un respiro la ofensiva sobre Brunete del 6 al 25 de julio. Para entonces, las Fuerzas Aéreas de la República en el norte se derrumbaron ante la abrumadora superioridad aérea del enemigo y la falta de profundidad de los aeródromos, que eran bombardeados cada dos días.
La inestabilidad del gobierno de Largo Caballero, al que los soviéticos detestaban, les había llevado a boicotear el envío de aviones a Vizcaya con el fin último de anular su gestión como ministro de Guerra (incluida su proyectada ofensiva sobre Extremadura) y provocar su dimisión durante primavera de 1937. Los continuos pedidos de aviación por parte del lendakari José Antonio Aguirre fueron causa de tremendos desacuerdos con el ministro Prieto, quien al final haría valer su criterio de enviar aviones al norte en contra de la opinión del general soviético Douglas y del jefe de la Fuerza Aérea Republicana (FARE) Hidalgo de Cisneros. Pero esto no sucedería hasta bien entrado el mes de mayo y en sucesivas expediciones, primero vía Francia y luego en vuelo directo desde Algete (Madrid) que, pese a las dificultades y el disgusto de los pilotos por tener que recorrer cientos de kilómetros, dominaron por los rebeldes, se convertiría en la única opción viable.
El primer Polikarpov I-15 “Chato” Los refuerzos no llegarían hasta el 22 de mayo y para entonces ya no quedaba nada de las Fuerzas Armadas del Norte salvo el nombre, reducido a poco más que una patrulla de "Chatos" y el conglomerado de aviones de segunda línea totalmente obsoletos que el ingenio popular dio por llamado "Circo Krone" (Breguet XIX, Koolhoven FK-51, Gordou y Letov), obligado a operar en retaguardia por falta de protección, principalmente desde La Albericia (Santander), campo de referencia de la aviación republicana en toda la costa cantábrica , cuyo jefe era el Capitán Valle, reemplazado por Martín Luna Lersundi. A finales de mayo ya se había reconstruido con mucho esfuerzo la escuadrilla “Chatos”, que contaba con 15 aviones en estado de vuelo, de los cuales 3 se perdieron en Santander a la vuelta de una misión en tierras vascas el día 28 y algunos resultarían dañados durante el poco tiempo que permanecieron en el aeródromo de Somorrostro del 3 al 4 de junio. En ambos casos se encontraron con la dura realidad de que la aviación rebelde, que contaba con varios escuadrones de cazas, podía permitirse el lujo de esperarlos, ya fuera a su regreso de sus misiones o relevados hasta quedarse sin combustible, sin que hubiera capacidad de respuesta de los valientes aviadores norteños, o ésta se hubiera reducido al mínimo.
Bilbao caería el 19 de junio de 1937, pero las siguientes expediciones de cazas al norte no llegarían hasta bien entrado julio. Guiados por un Tupolev SB-2 "Katiuska" para evitar errores de navegación previos que habían provocado la pérdida de algunas aeronaves, una escuadrilla completa de "Chatos" llegó a La Albericia al mando de Ramón Puparelli, quien estuvo acompañado, entre otros, por cuatro veteranos del norte:Riverola, Comas, San José y Magrinyá. También llegaron en julio ocho cazas Polikarpov I-16 “Mosca”, los más modernos de la FARE, en una expedición guiada por un “Katiuska” pilotado por Gregori Tjor. Se trataba de una expedición compuesta exclusivamente por aviadores soviéticos al mando de Valentin Ukhov, todos ellos voluntarios a los que se les había pedido un enorme sacrificio, como nos cuenta uno de ellos, Ivan Evséviev:
Los aviadores soviéticos combatieron en el norte hasta finales de julio, facilitando el paso al Polikarpov I-16 “Mosca” de tres pilotos del “Chato” seleccionados por sus cualidades y experiencia, Andrés Rodríguez Panadero, Esteban Ortiz Bueno y Rafael Magrinyá. Era la segunda vez que la transición se facilitaba sobre la marcha para los aviadores "Krone", algo que sólo puede entenderse en el contexto muy difícil de la lucha librada en los cielos del norte y que fue consecuencia tanto de la presión constante de la enemigo y el aislamiento del territorio gubernamental. La primera vez había sido en diciembre de 1936 y los elegidos para hacer la transición al "Chato" fueron Felipe Del Río Crespo y Juan Roldán Maldonado. Este segundo fue en circunstancias aún peores. A los tres elegidos se sumarían pilotos de la primera promoción de Kirovabad recién llegados, como Laureano Flamerich y Masanellas. Para facilitar el funcionamiento del nuevo escuadrón de "Moscas" del norte, se quedaron con ellos tres pilotos soviéticos, Evséviev, Demídov y Kuznetsov, a quienes nunca conocieron por sus verdaderos nombres. El 17 de agosto, cuando ya se libraba la batalla final por Santander, llegó un segundo escuadrón de “Moscas” al mando de Boris Smirnov, que iba acompañado de otros ocho pilotos españoles procedentes de Kirovabad. Muy pocos y demasiado tarde. Rodríguez Panadero, Bueno y Magrinyá siguieron la suerte de Del Río y Roldán:todos murieron en combate aéreo. La agónica lucha de los aviadores de la República se prolongó hasta el final en Asturias en octubre de 1937.
El 14 de julio de 2019, el grupo de Recreación Histórica de la Asociación Sancho de Beurko realizó una sesión de fotos en el Polikarpov I-16 “Mosca” del Camp d'aviació de la Sénia (Tarragona) para conmemorar el aniversario de la llegada al al norte de este notable avión. La escenografía propuesta sitúa a una "Mosca" en un hangar de La Albericia con tres personas, un mecánico (Iñaki Peña Eguskiza), el capitán Valle (Eneko Tabernilla) y el teniente Magrinyá (Eder Artal), que se familiarizan con el nuevo caza, explorando sin tratar. ámbitos en la recreación histórica, como la escena en la que planifican la navegación en ala con un plotter y una brújula muy especial por haber aparecido precisamente en La Sénia. Posteriormente, el piloto contacta con los mandos del “Mosca” y finalmente, tras revisar la documentación con el jefe de operaciones, nuestros tres protagonistas, Valle, Magrinyá y el mecánico, brindan por la victoria en el norte con la “Cruz Blanca”, icónica en Santander. Agradecer a José Ramón Bellaubí, Heribert García Esteller y Albert Huguet por su amistad e inestimable ayuda y a Wais Sverus por las extraordinarias fotografías que aquí mostramos.
Guillermo Tabernilla es el autor de El Circo Krone. La epopeya de los pilotos de la República en el Norte y coautor de Combatientes vascos en la Segunda Guerra Mundial .