Cada once de diciembre, los mexicanos esperan con especial alegría y fervor la llegada del día siguiente, preparado con una serenata de mariachi y el tradicional canto de Las Mañanitas, desde apenas las doce de la mañana. reloj A la media noche inician las celebraciones del día de la mamita Guadalupe. La Virgen de Guadalupe también es venerada en muchos otros países latinoamericanos y se estima que para celebrar este día, seis millones de peregrinos de todo México y el mundo habrán visitado su basílica. Es sin duda una de las festividades católicas más conocidas. Su devoción comenzó hace 482 años con cuatro apariciones, conocidas como las Mariofanías, ocurridas en 1531.
Según el relato guadalupeño conocido como Nican Mopohua, precisamente en el último, ocurrido el 12 de diciembre de ese año, la Virgen ordenó al indio Juan Diego presentarse ante el primero. obispo de México, Juan de Zumárraga, a quien llevó en su ayate (manto para recoger la cosecha) unas rosas, flores que no son originarias de México y que no prosperan en la aridez del territorio donde las corta, conocidas como Tepeyac. Al desplegar su ayate ante el obispo, Juan Diego dejó caer las rosas pero también descubrió la imagen de la Virgen María, morena y de rasgos mestizos, impresa en su humilde manto.
Este cuento, Nican Mopohua, atribuido al indígena Antonio Valeriano (1522-1605) y publicado en 1649 por el sacerdote Miguel Sánchez en su libro Imagen de la Virgen María Madre de Dios de Guadalupe, contribuyó a difundir ampliamente la devoción guadalupana. Es precisamente por este y otros medios como se consigue la posibilidad de unificar las dos culturas, lo que para Fray Toribio de Benavente, en una conocida carta a Carlos V, era visto como humanamente imposible sin la intervención de Santa María. P>
Esos dos mundos hasta ahora desconocidos y enemigos entre sí, con motivos de sobra para albergar odio por la derrota de los indios ahora vencidos, y por el desprecio y explotación por parte de los recién llegados. comenzaron a reconocerse en este símbolo tangible de María, imagen de la Iglesia, anunciada a través de un indio converso y acogida por todos como una realidad liberadora.
Este hecho conduce a una inculturación del acontecimiento cristiano en el mundo cultural mexicano y latinoamericano. En esas dolorosas páginas de la historia de la colonización hay continuidad a través de la tradición histórica guadalupana que mantiene vivo a un pueblo y le da una nueva dimensión a su futuro.
Así lo reconoció el pensador liberal mexicano Ignacio Manuel Altamirano, un mestizo que luchó en las filas liberales de Juárez en la Guerra de Reforma y contra la Intervención francesa:«Si hay es- una tradición verdaderamente antigua, nacional y universalmente aceptada en México, es la que hace referencia a la Aparición de la Virgen de Guadalupe (...) No hay ninguna, ni entre los indios más salvajes, ni entre los más incultos y abyectos. mestizos que ignoran la Aparición de la Virgen de Guadalupe... No sólo todas las razas que habitan suelo mexicano están en armonía con ella, sino que lo que es aún más sorprendente son todas las fiestas que han ensangrentado al país durante medio siglo (.. .).
En última instancia, en casos desesperados, el culto a la Virgen mexicana es el único vínculo que los une (...) La profunda división social (...) también desaparece, sólo que ante los altares de la Virgen de Guadalupe. Allí todos son iguales, mestizos e indios, aristócratas y plebeyos, pobres y ricos, conservadores y liberales (...) Los autores (de la tradición guadalupana) fueron el obispo español Zumárraga y el indio Juan Diego, quienes comulgaron juntos en el ámbito social. banquete, con motivo de la Aparición, y que se presentan en el imaginario popular, arrodillado ante la Virgen en el mismo escalón (...) En cada mexicano siempre hay una dosis más o menos grande de Juan Diego».
Esta experiencia conjunta logró lo que las guerras no pudieron, una identificación del nuevo pueblo mexicano y por extensión de América Latina, con las influencias de los conquistadores pero sin decaer su orgullo por el mundo. pertenecían, desarrollando una nueva capacidad para coexistir y relacionarse incluso cuando el proceso no fue fácil ni indoloro. En los momentos más difíciles, la Virgen de Guadalupe, madre amorosa y milagrosa, estuvo siempre presente protegiendo a sus hijos sin hacer diferencias entre ellos.
La Iglesia Católica reconoció la importancia de Juan Diego en el milagro guadalupano y el 6 de mayo de 1990 fue beatificado en la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México, durante el segundo viaje apostólico. a México del Papa Juan Pablo II y finalmente canonizado en 2002 por el propio Juan Pablo II. La Iglesia Católica celebra su fiesta el 9 de diciembre.
Actualmente, las celebraciones por el 12 de diciembre continúan con el mensaje integrador y multicultural de devoción a la Guadalupana, a la morenita como cariñosamente la llaman, porque hasta sus centros de Peregrinos de todos los rincones de todo el mundo acuden a la devoción, incluso de rodillas, se realizan danzas y se cantan canciones precolombinas de gran colorido y arraigo, al mismo tiempo que todo tipo de tradiciones adquiridas del mundo antiguo y expresiones de la cultura contemporánea. Sin duda, una muestra más de la acción integradora de la Virgen de Guadalupe que también trasciende el paso del tiempo.