Por Rainer Sousa
La cuestión sexual es un tema que ha intrigado a muchos historiadores a lo largo del tiempo. Después de todo, el examen serio y detallado de este tema tiene el gran poder de reevaluar el lugar que las prácticas sexuales tienen en el mundo contemporáneo y establecer la construcción de otras lógicas de significado para una acción que no es universal. Además, la observación de reportajes sobre prácticas sexuales también abre espacio para la comprensión de otras cuestiones políticas, sociales y económicas que van más allá de la búsqueda del placer.
Con respecto a la prostitución, vemos que varios autores informaron ofrecer sexo a cambio de alguna compensación. En la Antigua Grecia, por ejemplo, observamos una jerarquía entre prostitutas que podían ser meras esclavas, pero que además tenían dotes artísticas o circulaban libremente entre la élite. Entre los romanos la actividad estaba reconocida, regulada y los llamados “lobos” incluso pagaban impuestos sobre sus ganancias.
Cuando llegamos al mismo tema en la Antigüedad Oriental, es común oír hablar de la práctica de la prostitución con fines rituales. El geógrafo griego Estrabón, por ejemplo, informó que los asirios ofrecían a sus hijas pequeñas para practicar la prostitución ritual cuando tenían aproximadamente 12 años. Heródoto, considerado el padre de la historia, describió de forma repugnante la prostitución babilónica llevada a cabo en el interior del templo de la diosa Ishtar.
Sin limitarse al mundo académico, vemos que esta noción del acto sexual con fines religiosos aún tiene su imaginario explorado. Al final de la obra “El Código Da Vinci” tenemos una escena en la que se resignifica la práctica sexual para alejarse de los tabúes y valores que establecieron el sexo en la cultura occidental. Entre relatos y representaciones, observamos que algunos historiadores vienen cuestionando fuertemente estas narrativas que vinculan el sexo y la prostitución en la antigüedad con algún acto sagrado.
Para esta corriente revisionista, la descripción del acto sexual entre algunas civilizaciones antiguas provino de cronistas y observadores interesados en restar valor a la cultura extranjera desde un punto de vista moral. Además, buscan y citan, entre los diversos pueblos del Creciente Fértil, la presencia de la prostitución como medio de supervivencia y su oferta en las calles de los centros urbanos. Observamos así una tendencia que busca acabar con la mitificación y mistificación de la prostitución entre los antiguos.
En medio de esta disputa, observamos que la sacralización del sexo en la Antigüedad tiende a producir un modo de interpretación que no cuestiona adecuadamente algunos documentos elaborados en esa época. Por otro lado, aboga por una reconstrucción del pasado en la que el tono exótico dado a la práctica sexual deje paso a otras narrativas en las que la prostitución tendría significados más cercanos a los que reconocemos en el mundo contemporáneo.