Abolición retrasada
Nunca está de más señalar que Brasil fue el último país del continente americano en abolir la esclavitud. La Ley Dorada (Ley Imperial n. 3.353), sancionada el 13 de mayo de 1888, fue un gesto importante por parte del Imperio, pero además de ser una medida muy lenta, no vino acompañada de un nuevo proyecto nacional que asimilara a los liberados. negros en la actividad económica y esfera social.
Para empeorar las cosas, la República Instituido mediante un golpe militar un año después de la abolición, tampoco presentó ningún proyecto estatal que integrara a los negros liberados en la nueva realidad político-económica de la nación. ¿Pero será que en algún momento de la historia de Brasil, antes de la Lei Áurea, hubo un proyecto estatal que planificó esta transición?
Sí, y este proyecto fue presentado por el estadista José Bonifácio de Andrada e Silva en la Asamblea Constituyente de 1823 .
José Bonifácio y el proyecto de extinción paulatina de la esclavitud
José Bonifácio de Andrada e Silva (1763-1838) fue uno de los principales “arquitectos” del Imperio brasileño , habiendo trabajado desde 1820 para que Brasil se independizara y tuviera un régimen imperial constitucional, lo que ocurrió en 1822. Con el advenimiento de la Independencia a Brasil le correspondía concebir una Constitución para definir qué estructura institucional seguiría.
Bonifácio fue el primer ministro de Dom Pedro I cuando se celebró la primera Asamblea Nacional Constituyente se organizó en Brasil, en 1823. Fue en una de las reuniones de la Asamblea Constituyente que presentó una Representación, seguida de un Proyecto de Ley, que trataba de la extinción gradual del régimen esclavista en Brasil. En su representación, Bonifácio intentó convencer a los demás parlamentarios –representantes de la aristocracia rural– de los beneficios económicos y sociales que tendría el país si, progresivamente, los negros fueran liberados e insertados en un sistema laboral libre.
El proyecto de Bonifácio tenía como principales objetivos:
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Poner fin a la trata de esclavos en un máximo de cinco años;
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Facilitar las condiciones para la compra de manumisión por parte de los esclavos;
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Poner fin al castigo corporal;
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Otorgar pequeñas franjas de tierra para que los negros liberados (mediante manumisión u otros medios) puedan producir y prosperar, etc.
En uno de los extractos de su representación, podemos leer el llamamiento del estadista:
Si los negros son hombres como nosotros, y no forman una especie de animales brutos; Si sienten y piensan como nosotros, ¿qué cuadro de dolor y miseria no presentan a la imaginación de cualquier hombre cristiano y sensato? Si los gemidos de un bruto se compadecen de nosotros, es imposible que no sintamos también un cierto dolor compasivo con las desgracias y miserias de los esclavos; pero tal es el efecto de la costumbre, y la voz de la codicia, que ven a los hombres derramar lágrimas por otros hombres, sin que éstos expriman de sus ojos una sola gota de compasión y ternura. Pero la avaricia no se siente ni se habla como la razón y la humanidad.
Disolución de la Asamblea Constituyente de 1823 y “acumulación” del proyecto
El proyecto de Bonifácio, sin embargo, no fue aprobado por una razón muy específica:la Asamblea Constituyente de 1823 fue disuelta por el emperador D. Pedro I. Bonifácio, quien protestó contra la medida, fue arrestado y luego exiliado, regresando al país años después, pero sin la fuerza y el prestigio que tenía antes. Su proyecto cayó en el olvido porque, además, no despertaba ninguna simpatía en la aristocracia rural esclava del Brasil de la época, sobre todo porque no había pleno interés en un proyecto de Estado ni en un proyecto de Nación.
En las décadas siguientes, el imperio, antes de la Ley Áurea, sólo sancionaba leyes bajo presión internacional, principalmente de los ingleses, como la Ley Eusébio de Queirós , de 1850, que extinguió la trata transatlántica de esclavos, la Ley de Útero Libre , de 1871, que impedía que los hijos nacidos de esclavas fueran también esclavos, y la Ley Sexagenaria , de 1885, que liberaba a todos los esclavos mayores de sesenta años. Aun así, estas leyes no contaron con el respaldo institucional reclamado por José Bonifácio en 1823.
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