Historia antigua

La prostitución en el siglo XIX

La prostitución en el siglo XIX

Por Rainer Sousa

En el siglo XIX, vemos la expansión de la Revolución Industrial ocurriendo en otras partes del mundo y especialmente en el Viejo Continente. En poco tiempo, vemos la formación de grandes centros urbanos donde los trabajadores ocuparon diferentes puestos de trabajo y vivieron un tipo de rutina nunca antes vista en toda la historia. A partir de entonces, las actividades de entretenimiento acabaron copando buena parte de los ingresos de los trabajadores y grandes empresarios de la época.

Más que simples sirvientas sexuales, vemos que las prostitutas de esa época dedicaban recursos y tiempo para producir una apariencia capaz de atraer a los clientes más interesantes. En muchas situaciones, una prostituta se convertía en amante de un gran magnate y, por tal situación, le obsequiaban objetos de lujo y atraía la mirada de otras mujeres que conocían a sus amantes. Asimismo, los cabarets se distinguieron por la estructura y opciones que ofrecían a sus clientes.

Las prostitutas más prestigiosas tenían fama de organizar grandes espectáculos explotando las dotes artísticas de muchas de sus prostitutas. Con el tiempo, este tipo de cercanía entre prostitución y arte acabó estigmatizando la carrera artística de varias mujeres que nada tenían que ver con este tipo de actividades. Aún hoy, muchas personas cuestionan la moral de los artistas de su época y dirigen su atención hacia aquellos que transgreden las reglas sociales.

En círculos menos glamorosos, vemos que muchas mujeres optaron por la prostitución en una época en la que la condición de los trabajadores de las fábricas era deplorable. Sin la protección de una legislación específica, las mujeres ganaban menos por el servicio que desempeñaban en las fábricas y a menudo eran acosadas durante su trabajo. Cuando fueron despedidas de su puesto, tenían en la prostitución una opción para quienes ya no estaban tradicionalmente recluidos en el entorno doméstico privado.

Es interesante notar que la apariencia de la prostituta generalmente se asociaba con usar prendas llamativas o usar demasiado maquillaje. La exageración se convirtió en un código que se podía ofrecer a los hombres que buscaban ese tipo de atracción. Por otro lado, al no ser aún un accesorio para realzar el propio cuerpo, la ropa interior se redujo al máximo para satisfacción de los clientes interesados.

Ya en ese momento, algunos mecanismos regulatorios intentaron limitar el lugar de acción de las prostitutas en ese momento. En Londres, por ejemplo, la Ley de Policía Metropolitana obligó a varias prostitutas a vivir en otras partes de la ciudad. En algunos burdeles, la disciplina interna que se aplicaba a las mujeres era tan estricta que, en algunos casos, incluso se denunciaban disturbios. En la segunda mitad del siglo XIX, París ya registraba una media de una prostituta por cada doscientos hombres de entre 15 y 50 años.

Al darnos cuenta de estas características de la prostitución en el siglo XIX, vemos el desarrollo de las contradicciones que marcan este período. Por un lado, la moral burguesa impuso un control rígido sobre los espacios y roles de las mujeres en la sociedad. Por otro lado, la riqueza y la desigualdad promovidas por esa misma sociedad establecieron el crecimiento de esta atractiva y despreciada actividad.


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