Por Rainer Sousa
En pleno nazismo, se impulsaron varios estudios científicos con el fin de demostrar la superioridad de la raza aria sobre otros pueblos del planeta. El reconocimiento de las características y potencialidades del cuerpo fue uno de los campos en los que el nazismo intentó sustentar lógicamente sus teorías. En este sentido, sabemos que todo este interés acabó produciendo teorías erróneas que no se restringieron sólo al pueblo alemán.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Heinrich Himmler, el jefe de seguridad más importante del Estado nazi, impulsó la creación de burdeles dentro de los campos de concentración. A través de la explotación sexual, el líder nazi creó un sistema de bonificación que proporcionaba la compañía de prostitutas a los hombres encarcelados. Según el propio Himmler, el acto sexual tendría una enorme capacidad para vigorizar al trabajador y aumentar su productividad.
Para crear estos burdeles en los campos de concentración, los miembros de las SS trabajaron con varias mujeres extranjeras acusadas de volverse contra el régimen nazi. Entre los reclutados también se encontraban alemanes considerados “antisociales”, como desempleados, mendigos y alcohólicos. La promesa inicial era que se someterían a trabajo sexual durante sólo seis meses y luego serían liberadas. Sin embargo, una vez cooptados, permanecerían allí mucho más tiempo del acordado.
Según el investigador Robert Sommer, la apuesta por los burdeles comenzó en el campo de concentración de Mauthausen en 1942. En poco tiempo se extendió también a los campos ubicados en Dachau, Sachsenhausen, Ravensbrueck, Buchenwald. y Auschwitz. Todavía en 1945, año en el que los alemanes ya no tenían poder de reacción militar, se creó un último burdel en Mittelbau-Dora, donde se encontraba un centro de fabricación de cohetes V2.
A pesar de estar activos, los burdeles nazis estaban sujetos a un estricto proceso de control y uso. Los guardias de las SS, los prisioneros de guerra rusos y los judíos no podían disfrutar de las trabajadoras sexuales bajo ninguna circunstancia. Además, el trabajador expatriado que tenía este derecho sólo podía tener la compañía de una prostituta que fuera de su misma nacionalidad. De hecho, podemos ver que las ideas de pureza y segregación racial también se extendieron a esta vergonzosa práctica de los nazis.