Derrota del ejército romano cerca de Trebia
En el momento en que, aterrorizados, estaban a punto de replegarse sobre los propios cartagineses, Aníbal les ordenó pasar del centro hacia las extremidades y dirigirlos por el ala izquierda, contra los galos auxiliares:la derrota no fue posible. Ni por un momento dudo. Mayor alarma para los romanos, al ver la huida de los auxiliares. Además, obligados a luchar en todos los puntos, unos diez mil hombres, pues los demás no podían escapar, abrieron un paso, mediante la masacre de muchos enemigos, a través del centro del ejército africano, reforzado galos auxiliares; y como les fue imposible volver al campamento, cuya entrada estaba cerrada por Trebia, o distinguir bastante, a causa de la lluvia, los lugares donde podían haber acudido en ayuda de su gente, se dirigieron directamente a Placentia. . Entonces todos intentaron escapar de una forma u otra. Los que corrían hacia el río eran hundidos en las aguas o abrumados por los cartagineses si dudaban en intentar el paso. Los que en su huida se habían dispersado por los campos, tomaron el camino de Plaisance, siguiendo los pasos del cuerpo de ejército que se retiraba. Otros, envalentonados por el miedo al enemigo, se precipitaron hacia Trebia, la cruzaron con éxito y se refugiaron en sus líneas. Una lluvia mezclada con nieve, y el intolerable rigor del frío, provocaron la muerte de un gran número de caballos y de casi todos los elefantes. Los cartagineses no persiguieron a los romanos más allá del río y regresaron a su campamento tan helados y helados que apenas sintieron la alegría de su victoria. Así, la noche siguiente, cuando el destacamento asignado para guardar nuestras trincheras y los débiles restos de nuestras numerosas tropas cruzaron el Trebia en balsas, los cartagineses no se dieron cuenta; o porque la lluvia caía a torrentes, o porque, incapaces, por su cansancio y sus heridas, de hacer movimiento alguno, fingían no oír nada. Escipión, sin ser interrumpido en su marcha silenciosa, condujo su división a Piacenza:desde allí, cruzando el Po, llegó a Cremona, para que el acantonamiento de dos ejércitos no quedara bajo la responsabilidad de una sola colonia.