Los Jardines Colgantes de Semiramis en Babilonia, actual Irak, fueron la segunda de las Siete Maravillas del Mundo.
Son celebrados por Diodoro de Sicilia, Flavio Josefo y Estrabón, todos los cuales se basan en fuentes más antiguas. Así, Flavio Josefo se inspira en los textos de un sacerdote del dios Marduk, Berossus, que vivió en Babilonia unos treinta años después de la conquista de la ciudad por Alejandro Magno (finales del siglo IV a. C.). A este sacerdote le debemos la probable leyenda de la construcción de estos jardines por Nabucodonosor II para recordar a su esposa Amitis de Medas las montañas boscosas de su país natal.
La realidad histórica de estos jardines está hoy en día seriamente cuestionada. En el siglo XIX, el arqueólogo H. Rassam ubicó los jardines al norte de la ciudad, cerca del palacio exterior. Durante las grandes excavaciones alemanas, Robert Koldewey sugirió que una construcción abovedada del palacio sur podría haber soportado un tejado adosado y, por tanto, corresponder a la ubicación de estos famosos jardines. De hecho, no se ha encontrado ninguna ubicación formal. Lo que aumenta la duda de arqueólogos e historiadores es que ninguno de los documentos cuneiformes encontrados en el sitio de Babilonia aluden a estos jardines. Es realmente curioso que un rey como Nabucodonosor II, que no deja de felicitarse por sus logros (murallas, puertas, palacios, etc.), guarde silencio sobre estos hipotéticos jardines.
Durante la década de 1990, la asirióloga inglesa Stephanie Dalley planteó una hipótesis que parece más plausible:que los historiadores antiguos confundían Nínive con Babilonia. De hecho, ninguna fuente babilónica menciona los jardines, ningún autor griego clásico alude a ellos (Herodoto, por ejemplo, guarda total silencio sobre el tema). Los únicos autores que se refieren a ella son los historiadores de la época helenística o romana, que frecuentemente confunden las dos capitales de los dos imperios anteriores al Imperio Persa. Finalmente, los gobernantes asirios, particularmente en el siglo VII a.C. AD, construyeron jardines en Nínive. Un texto de Senaquerib evoca así las que había construido y describe las máquinas necesarias para el riego. Un bajorrelieve del palacio de Ashurbanipal muestra una colina cubierta de vegetación y abastecida de agua por un acueducto y un sistema de canales. Además, sabemos que, debido al enquistamiento de los cursos de agua, el riego utilizaba un sistema de “tornillos sin fin” que, al girar, llevaban el agua hasta el nivel de los cultivos. Los cultivos regados de esta manera parecían, por tanto, suspendidos o, en todo caso, claramente por encima del nivel del agua. Stéphanie Dalley concluye que, por tanto, los jardines colgantes estaban en Nínive y no en Babilonia. Esta explicación, aunque probable, sigue siendo objeto de debate.