A este precio, el variopinto ejército se convierte en una tropa de choque. Los hombres prestan el siguiente juramento:“Soy voluntario de las brigadas internacionales porque admiro profundamente el valor y el heroísmo del pueblo español en su lucha contra el fascismo internacional. Porque mis enemigos son siempre los mismos que los del pueblo español, son los fascistas. Porque sé que si el fascismo triunfa en España, mañana lo será en mi país, y mi casa quedará devastada. Porque soy un trabajador que prefiero morir de pie que vivir de rodillas. Estoy aquí como voluntario y daré hasta la última gota de mi sangre para salvar la libertad de España y del mundo. »
En los primeros días de noviembre de 1936, Madrid parecía perdida. Las tropas franquistas, a las órdenes del general Mola, en su mayoría marroquíes, tomaron el aeródromo. A pesar de su entusiasmo, las milicias están al límite de sus fuerzas. El día 5, los radicales anunciaron la entrada triunfal de los sublevados en la capital.
En realidad, sólo habían llegado al parque de la Casa de Campo Bol, al oeste de Madrid y al Bois de Boulogne, donde vivac al abrigo de matorrales y montículos. A las 22.00 horas, dos batallones de la 11.ª Brigada Internacional aparecieron a 500 metros de los vivacs. El primero es el batallón francés comandado por el capitán Dumont, el segundo el batallón alemán comandado por Hans Kahle, también ex oficial. Los dos líderes de las golondrinas, que se enfrentaron entre 1914 y 1919, lideran esta vez juntos a sus hombres al ataque. Mezclado con franceses y alemanes, algún jinete balcánico e incluso chino que, herido, quiere volver a montar a toda costa. Al amanecer, los franquistas, tras una feroz defensa, tuvieron que retirarse cinco kilómetros. Luchamos cuerpo a cuerpo.