Ratas comiendo una cabeza de pescado, Kawanabe Kyosai (1831-1889), Museo Guimet • RMN/SERVICE DE PRESSE
Contrariamente a la creencia popular, el aislamiento de Japón entre 1639 y 1854 no fue absoluto. En 1641, los holandeses recibieron presencia comercial europea exclusiva en el país, gracias a la construcción de una isla artificial, Dejima, frente a Nagasaki. Allí se establecieron intercambios con Occidente de productos preciados, como la seda o la porcelana de Arita e Imari, mientras que los holandeses introdujeron en el archipiélago japonés objetos exóticos europeos, en particular tratados de pintura. . Así encontramos, en algunas estampas japonesas, la utilización de reglas artísticas occidentales (perspectiva del punto de fuga, etc.), y cómo los europeos ricos se convirtieron en coleccionistas, como la reina María Antonieta, apasionada por las lacas japonesas.
Un descubrimiento mutuo
El advenimiento de la era Meiji en 1868 llevó estas relaciones a una dimensión sin precedentes. Japón y Occidente se embarcan en un descubrimiento mutuo. Esto se traduce, en Europa y Estados Unidos, en una locura masiva por los objetos japoneses, que culmina a finales del siglo XIX. siglo. Esta moda, llamada "japonismo", afecta a los coleccionistas y a todas las artes, desde Monet, pintando en 1876 La Japonaise. Madame Monet con kimono , hasta Puccini, que hizo cantar a Madame Butterfly su desesperación en la ópera homónima de 1904. La literatura, desde los hermanos Goncourt hasta Proust, y especialmente las artes decorativas, no escaparon a este exótico frenesí:muebles, jarrones y biombos japoneses, adornados con flores, pájaros, peces, invaden los interiores burgueses.
En pintura, es ukiyo-e – el arte popular de los grabados japoneses que representan un momento de la vida cotidiana – que jugaría un papel importante en las vanguardias parisinas. Los artistas compran estas producciones típicas en puestos como el del padre Tanguy. Aquí se abastece Van Gogh, gran amante del arte japonés; además, en 1887 pintó un famoso retrato del jefe rodeado de grabados de su imperdible tienda. Manet pintó el retrato de su amigo, el escritor Émile Zola en 1868; junto a este último:un estampado y un biombo de estilo japonés.
Un arte poco convencional
Desde los impresionistas hasta los nabis, ¿qué es lo que fascina tanto a las vanguardias como para afectar su arte de esta manera? Como el descubrimiento de las artes primitivas a principios del siglo XX siglo, el del arte japonés cuestiona las reglas fijas del academicismo y confunde las convenciones pictóricas occidentales. La importancia de la línea fluida y la simplificación del diseño de las estampas inspiran los personajes esquemáticos y expresivos de Toulouse-Lautrec; en cuanto a Bonnard, retomó el tratamiento de los colores mediante tintes planos, sin modelar, para la vestimenta de sus personajes. De Degas a Mary Cassatt, cada uno incorpora a su manera, en su práctica, un aspecto de este arte para reinventar su estilo y revolucionar las normas.