Muerte: El castigo más común por traición, que incluía rebelarse contra el rey, era la muerte. Este castigo podía llevarse a cabo de diversas formas, como la horca, el descuartizamiento o la decapitación.
Mutilación: La mutilación era otro castigo común por traición. Este castigo podría implicar la pérdida de extremidades, ojos u otras partes del cuerpo. La mutilación se utilizaba a menudo para humillar públicamente al traidor y disuadir a otros de rebelarse.
Encarcelamiento: El encarcelamiento también era un castigo común por traición. Este castigo podría ser de por vida o por un período de tiempo determinado. El encarcelamiento se utilizaba a menudo para aislar al traidor de la sociedad y evitar que causara más daño.
Además de estos castigos, los traidores también podrían ser despojados de sus propiedades y títulos, y sus familias también podrían ser castigadas. La severidad del castigo dependía a menudo de los sentimientos personales del rey hacia el traidor, así como del clima político y social de la época.