1. Salado y salmuera: La salazón era uno de los métodos más comunes para conservar los alimentos. La carne, el pescado y las verduras se salaban mucho para extraer la humedad y evitar el crecimiento bacteriano. La salmuera, que consiste en sumergir los alimentos en una solución de agua salada, también se utilizó con el mismo propósito.
2. Fumar: Fumar fue otro método eficaz de conservación. La carne, el pescado y las salchichas se colgaban sobre un fuego humeante, lo que ayudaba a secarlos e infundirles sabores ahumados que actuaban como conservantes naturales.
3. Secado: El secado era una forma sencilla pero eficaz de conservar los alimentos. Se cortaba carne, frutas y verduras y se exponían al sol y al viento hasta que se deshidrataban. Este proceso eliminó la humedad y evitó el deterioro.
4. Decapado: El encurtido implicaba sumergir los alimentos en una mezcla de vinagre, sal y especias. El ambiente ácido del vinagre inhibió el crecimiento bacteriano y dio a los encurtidos un sabor picante distintivo.
5. Fermentación: La fermentación es un proceso que depende de bacterias beneficiosas para convertir los carbohidratos en ácidos, preservando los alimentos en el proceso. El chucrut, el yogur y ciertos quesos eran todos productos de fermentación.
6. Conservación de la miel: La miel tiene propiedades antibacterianas naturales y se utilizaba para conservar frutas, nueces e incluso carne. Los artículos se recubrían con miel o se sumergían en ella para evitar que se estropearan.
7. Almacenamiento en frío: En climas más fríos, la gente aprovechaba la refrigeración natural almacenando alimentos en sótanos, cuevas subterráneas o casas de hielo. Estos lugares mantuvieron los alimentos frescos y ralentizaron el crecimiento de bacterias.
8. Uso de especias y hierbas: Ciertas especias y hierbas, como el ajo, la cebolla, el romero y el tomillo, poseen propiedades antimicrobianas naturales que ayudan a conservar los alimentos.
9. Grasas animales y manteca de cerdo: Se utilizaban grasas animales y manteca de cerdo para recubrir y sellar la carne, evitando que llegara el aire y la humedad y ralentizando su deterioro.
Si bien estos métodos no eran tan sofisticados como las técnicas de conservación modernas, fueron fundamentales para ayudar a las sociedades medievales a conservar los alimentos y prevenir el hambre y la desnutrición generalizadas.