por Robert Desnos
Han volado hacia el corazón del verano.
Esos grandes pájaros nocturnos, esos cazadores ciegos,
Su vuelo más silencioso que la caída de las hojas muertas.
Han construido sus nidos en árboles huecos.
Y en ruinas, en iglesias,
Lejos de las risas y los cantos de los hombres,
En los tejados de las cabañas desiertas.
Sus ojos redondos brillan en la oscuridad.
Como brasas en una chimenea,
Y sus plumas, suaves como el algodón,
Amortigua su vuelo como copos de nieve.
Aprovechan la sombra
Para abalanzarse sobre su presa;
Incluso pueden ver a través de las contraventanas cerradas.
El camino del ratón o el escondite de la rata.
Y todas las pequeñas bestias de la noche,
Los insectos y los pájaros que duermen.
Bajo las hojas y en la espesa hierba
Tienen miedo de esos ojos redondos y brillantes.
Pero cuando sale el sol, los búhos duermen.
En el hueco de sus árboles o bajo los aleros,
Y los niños que los ven a través de una ventana
Gritad de miedo ante su fealdad.
Sin embargo, los búhos son muy útiles;
Nos libran de ratas, ratones e insectos,
Y no hacen daño durante el día,
Por eso deberíamos estarles agradecidos.