Las condiciones de vida eran a menudo hacinadas y hacinadas. Las chicas Mill a menudo vivían en pensiones o dormitorios propiedad de la empresa, donde estaban sujetas a reglas y regulaciones estrictas en cuanto a comportamiento, vestimenta y conducta personal. Se enfrentaban a una supervisión y un escrutinio moral constantes, y cualquier desviación de las normas esperadas podía dar lugar a un castigo o incluso al despido.
Las muchachas del molino eran vulnerables a diversos riesgos para la salud, incluidos accidentes debido a maquinaria sin protección, enfermedades respiratorias por la inhalación de pelusa y polvo y fatiga por las incesantes horas de trabajo. El acceso a la atención sanitaria era limitado y a menudo tenían que depender de atención médica rudimentaria o de remedios caseros.
A pesar de estas circunstancias difíciles, algunas muchachas de los molinos encontraron consuelo y apoyo en la camaradería y las amistades que formaron con otras mujeres en los molinos. También se convirtieron en parte de una ola creciente de activismo social y movimientos de reforma laboral, que abogaban por mejores condiciones laborales, lugares de trabajo más seguros y un trato equitativo. Sus acciones colectivas y su defensa desempeñaron un papel importante en la configuración de las leyes y regulaciones laborales en los Estados Unidos.