Además, las divisiones políticas del Imperio Romano proporcionaron un marco ya preparado para que la Iglesia ampliara su alcance. A medida que el Imperio Romano se expandió, también lo hizo la Iglesia. La Iglesia pudo establecer diócesis y provincias en nuevos territorios, y pudo nombrar obispos y otros líderes para supervisar el trabajo de la Iglesia en esos territorios. Esto permitió a la Iglesia difundir su mensaje y enseñanzas por todo el Imperio Romano y más allá.
Finalmente, las divisiones políticas del Imperio Romano ayudaron a proteger a la Iglesia de la persecución. Cuando el Imperio Romano estuvo unido, la Iglesia pudo disfrutar de un período de relativa paz y estabilidad. Sin embargo, cuando el Imperio Romano comenzó a declinar, la Iglesia fue sometida a una persecución cada vez mayor por parte de gobernantes paganos. Las divisiones políticas del Imperio Romano ayudaron a proteger a la Iglesia de esta persecución, ya que a los perseguidores les resultó más difícil alcanzar y controlar a la Iglesia en todos sus territorios remotos.