Por otro lado, Dioniso también tenía un lado más oscuro, y se le asociaba con la locura, la irracionalidad y el comportamiento destructivo. Su adoración podría conducir a estados frenéticos, conocidos como frenesí dionisíaco, en los que los individuos perderían el control de sus sentidos y se involucrarían en acciones extremas y, a veces, violentas. Estos actos podrían incluir destrozar animales, automutilarse o cometer otras formas de comportamiento transgresivo. En este sentido, Dioniso representaba las fuerzas indómitas y primarias de la naturaleza y de la psique humana, que podían ser a la vez estimulantes y peligrosas.
La coexistencia de alegría y salvajismo en la naturaleza de Dioniso resalta la tensión entre civilización y caos que es fundamental para su culto. Sus seguidores buscaban lograr un equilibrio entre estas fuerzas opuestas participando en sus rituales, lo que les permitía experimentar tanto los placeres del exceso como la catarsis de la liberación. A través de estas experiencias, pudieron conectarse con lo divino y trascender las limitaciones de la condición humana, aunque con el riesgo de perder el control y sucumbir a los aspectos más oscuros de la influencia de Dioniso.