Primero, el Imperio unió gran parte del mundo antiguo bajo un solo gobierno. Esto facilitó a los cristianos viajar y difundir su mensaje, y también creó un idioma común, el griego (y eventualmente el latín), que podría usarse para comunicar el evangelio.
En segundo lugar, el Imperio Romano proporcionó un grado de estabilidad y seguridad que permitió que el cristianismo creciera. Durante siglos, el Imperio fue un lugar relativamente pacífico y próspero, lo que dio a los cristianos la oportunidad de construir iglesias, escuelas y monasterios, y de difundir su fe.
En tercer lugar, el Imperio Romano, sin saberlo, proporcionó al cristianismo un nuevo y poderoso símbolo. La cruz fue originalmente un instrumento de ejecución romano, pero los cristianos comenzaron a usarla como símbolo de su fe y rápidamente se convirtió en uno de los símbolos más reconocibles del mundo.
Por otro lado, el Imperio Romano ciertamente persiguió a los cristianos en ocasiones. La persecución de los cristianos comenzó en serio bajo el emperador Nerón en el siglo I y continuó de forma intermitente durante varios siglos. Los cristianos a menudo fueron acusados de caníbales, ateos o enemigos del Estado, y fueron sometidos a una variedad de torturas y ejecuciones, incluyendo decapitación, crucifixión y quema en la hoguera.
A pesar de la persecución, la fe cristiana siguió creciendo y extendiéndose por todo el Imperio Romano. En el siglo IV, se había convertido en la religión mayoritaria en el Imperio.