Los egipcios creían que el faraón poseía poderes y habilidades especiales, incluida la capacidad de comunicarse con los dioses y controlar las fuerzas de la naturaleza. Era el responsable de realizar rituales y ceremonias esenciales para mantener el equilibrio del universo. El bienestar y la salud del faraón eran cruciales, ya que se creía que su vitalidad y fuerza estaban directamente relacionadas con la prosperidad de Egipto.
El faraón también era visto como el protector y guardián de su pueblo, y se esperaba que lo liderara en tiempos de guerra, mantuviera la ley y el orden y garantizara la justicia y la equidad. Los egipcios mostraron un gran respeto y lealtad hacia el faraón, considerándolo un símbolo de unidad y estabilidad nacional.
La divinidad y la autoridad del faraón se reforzaron a través de diversos medios, como los elaborados rituales asociados con su coronación, la construcción de templos y pirámides monumentales como sus lugares de descanso final y la representación del faraón en el arte y la literatura como un gobernante poderoso y divino. .