Violencia: Prevalecían los delitos violentos, como asesinatos, asaltos y robos. Las bandas criminales a menudo deambulaban por las calles, atacando a viajeros y comerciantes. La violencia a menudo estuvo motivada por disputas personales, venganza o ganancias económicas.
Delitos contra la propiedad: Los delitos contra la propiedad también eran comunes, incluidos hurtos, hurtos y hurtos. Las personas debían tener precaución al viajar o dejar sus casas desatendidas, ya que existía un alto riesgo de sufrir robos.
Crimen organizado: Las redes criminales organizadas, como la mafia italiana, comenzaron a surgir durante el Renacimiento. Estos grupos participaron en diversas actividades ilegales, incluidas extorsión, contrabando y falsificación.
Sistema de justicia corrupto: El sistema de justicia en muchos países europeos era a menudo ineficiente, corrupto y lento. Esto creó oportunidades para que los delincuentes escaparan del castigo o recibieran sentencias indulgentes.
Pobreza y condiciones sociales: La pobreza y las duras condiciones sociales contribuyeron a las altas tasas de criminalidad. Muchas personas estaban desesperadas por satisfacer sus necesidades básicas, lo que llevó a algunas a recurrir a la delincuencia como medio de supervivencia.
Pena capital: La pena capital se utilizó ampliamente como disuasivo del delito, pero no resultó eficaz para reducir las tasas de criminalidad. Las ejecuciones públicas eran comunes y servían como una forma de entretenimiento público.
Clase social y delincuencia: La delincuencia no se distribuyó uniformemente entre las clases sociales. Los pobres tenían más probabilidades de estar involucrados en delitos menores, mientras que los ricos a menudo participaban en formas más sofisticadas de delitos, como fraude, corrupción y malversación de fondos.
Brujería y Superstición: Las acusaciones de brujería fueron comunes durante el siglo XVI. Muchas personas acusadas de brujería fueron sometidas a torturas y castigos, creando una atmósfera de miedo y paranoia.
En general, la delincuencia fue un problema persistente en la Europa del siglo XVI, y varios factores contribuyeron a su prevalencia. Las condiciones sociales, la disparidad económica y un sistema de justicia débil hicieron difícil combatir eficazmente el crimen durante este período.