Nerón hizo matar a Agripina porque la veía como una amenaza a su poder. Había sido una figura política importante en Roma durante muchos años y tenía mucha influencia sobre su hijo. Nerón temía que Agripina intentara derrocarlo y recuperar el poder.
No se conocen con certeza las circunstancias exactas de la muerte de Agripina, pero en general se cree que fue envenenada. Algunas fuentes dicen que le dieron una bebida envenenada, mientras que otras dicen que le inyectaron veneno.
En cualquier caso, Agripina murió rápida y sin dolor. La encontraron muerta en su dormitorio y Nerón se aseguró de que su muerte se anunciara públicamente para que todos en Roma supieran que él era el nuevo emperador.
La muerte de Agripina supuso un importante punto de inflexión en el reinado de Nerón. Marcó el comienzo de su descenso hacia la tiranía y la locura. Se volvió cada vez más paranoico y violento y ordenó la ejecución de muchas personas inocentes.
La muerte de Agripina también tuvo un impacto duradero en la política romana. Demostró que ni siquiera las mujeres más poderosas de Roma estaban a salvo de los caprichos de sus maridos o hijos. También contribuyó a la decadencia del Imperio Romano, ya que condujo a un período de inestabilidad política y violencia.