La participación de Bruto:
Antonio comienza admitiendo el papel de Bruto en el asesinato de César. Reconoce que Bruto pudo haber tenido la apariencia de un "hombre honorable", pero también expone la participación de Bruto en la conspiración contra César.
Manipulación y engaño:
Antonio acusa hábilmente a Bruto de utilizar la retórica y la manipulación para convencer a la multitud de sus buenas intenciones. Destaca cómo Brutus explotó las emociones de la multitud presentándose como un juez imparcial en lugar de un conspirador.
Hombres honorables:
Antonio menciona varias figuras históricas respetadas que se opusieron a la conspiración, incluidos los renombrados senadores Cicerón, el tío de Bruto, Catón, y muchos otros. Al colocar a Bruto en contraste con estos honorables individuos, Antonio pretende mostrar a Bruto bajo una luz desfavorable.
Lectura del testamento:
Antonio lee dramáticamente el testamento de César a la multitud, revelando las generosas intenciones del difunto gobernante para los ciudadanos de Roma. Destaca el amor de César por el pueblo y sus planes de dejar una herencia sustancial a cada romano. Esta revelación evoca una respuesta emocional y simpatía por parte de la multitud, que desconocía las intenciones de César.
Apelaciones emocionales:
A lo largo del discurso, Antonio emplea hábilmente recursos retóricos y llamamientos emocionales para evocar simpatía e ira entre la multitud. Utiliza imágenes visuales, repeticiones y alusiones para crear un impacto poderoso, inclinando a la multitud a favor de César y volviéndola en contra de los conspiradores.
Al exponer la participación de Bruto en el asesinato de César, revelar la voluntad de César y apelar a las emociones de la multitud, el discurso de Antonio altera efectivamente la percepción pública de Bruto y César, poniendo en marcha los acontecimientos que conducen al trágico clímax de la obra.