Hacer que los judíos usaran una insignia amarilla visible creó una marca simbólica para marcar su diferencia e inferioridad. Este símbolo se convirtió rápidamente en una herramienta de segregación social, provocando estigma y discriminación. Como signo visible de su judaísmo, la insignia dificultaba que los judíos continuaran con su vida diaria sin ser notados y atacados. Restringió su movimiento, limitó su acceso a espacios y servicios públicos y los expuso a la hostilidad, el ridículo e incluso ataques violentos por parte de partidarios de los nazis y ciudadanos comunes por igual.
Al distinguir visualmente a los judíos de esta manera, los nazis explotaron los efectos de la teoría de la comparación social. Las personas tienden a utilizar a los demás como puntos de referencia para evaluarse a sí mismas y a su propio estatus social. Cuando un individuo o grupo está visiblemente marcado como inferior o diferente, otros en la sociedad pueden compararse positivamente con el grupo estigmatizado. Este proceso puede aumentar la solidaridad intragrupal entre los no judíos y fortalecer la división social entre ellos y los judíos.
Los nazis entendieron que los constantes recordatorios del judaísmo cultivarían la indiferencia, los prejuicios y la animosidad hacia los judíos. La presencia constante de la estrella amarilla fomentó estereotipos y alimentó la deshumanización de los judíos. Los redujo a un grupo definido únicamente por su religión y facilitó la justificación de la discriminación, la exclusión y la violencia contra ellos.
Además, exigir a los judíos que mostraran públicamente su identidad socavaba sus identidades sociales y personales. Les despojó de su individualidad, los redujo a un grupo monolítico y los privó del sentido de anonimato y pertenencia que es esencial para el bienestar psicológico. La mirada constante y el recordatorio de su estigma erosionaron su autoestima, erosionaron su sensación de seguridad y aumentaron los sentimientos de impotencia, aislamiento y vulnerabilidad entre los judíos.
Los efectos psicológicos de llevar la estrella amarilla se amplificaron a medida que se intensificó la persecución de los judíos. La marca social inicial con la insignia allanó el camino para medidas más extremas y potencialmente mortales, que en última instancia llevaron a los horrores del Holocausto. Se convirtió en un símbolo tangible de la escalada de las políticas antisemitas, subrayando la posición siempre precaria de los judíos en los territorios controlados por los nazis.
En resumen, la colocación obligatoria por parte de los nazis de la estrella amarilla sobre los judíos sirvió como una poderosa herramienta de guerra psicológica. Infligió heridas emocionales profundas y duraderas, facilitó la discriminación generalizada, la exclusión social y, en última instancia, contribuyó a la creación de un clima propicio a la violencia extrema que seguiría durante el Holocausto.