Historia de Sudamérica

Aquí reposa el Huáscar, la tumba de Grau

El periodista Jaime Tipe Sánchez visitó el monitor Huáscar en 1996. La prensa y los peruanos apenas supieron qué pasó con el barco que comandaba Grau. En un nuevo aniversario del combate de Angamos rescatamos la crónica.
¿Eres peruano? Vienes a ver el Huáscar… tu “ex” barco. Hay curiosidad y cierta burla en el marinero chileno que me acompaña a Bahía Concepción. Avancé en silencio recordando lecciones escolares lejanas sobre la historia del Perú. "Te sorprenderá lo joven que es". La advertencia fue común en Santiago durante las gestiones para visitar el legendario monitor, el barco de las hazañas en la Guerra del Pacífico, el lugar donde cayó en pedazos Miguel Grau. En la Base Naval de Talcahuano, la pregunta del marinero chileno apenas me distrae de ese rápido repaso de las clases básicas de historia.-Sí, soy peruano. Dije con orgullo. Caminamos juntos un rato. A sólo unos metros estaba el Huáscar, pintado de negro, con cubierta blanca y mástiles amarillos. Recordamos la advertencia. Es pequeño para los tiempos que corren, pero sus 67 metros de eslora y 11 de manga, lo convirtieron en un barco temible a finales del siglo pasado. Nadie entonces podía imaginarlo, un siglo después, como un inofensivo museo flotante, en la Segunda Zona Naval de Chile. que, dependiendo de la nacionalidad del visitante, mezcla curiosidad turística, orgullo chileno y reverencia silenciosa. El museo fue inaugurado el 8 de octubre de 1952. La idea fue obra del Contralmirante Pedro Espina. El buque permanecía anclado en el arsenal de Talcahuano desde 1930. Ese año fue relevado del servicio oficial como buque nodriza de la primera flotilla de submarinos chilenos.
Aquí reposa el Huáscar, la tumba de Grau Base Naval de Talcahuano donde está fondeado el monitor Huáscar. Fue su segundo y definitivo adiós. En 1901 quedó inutilizado durante varios años, tras la rotura de una tubería de vapor que provocó la muerte de 14 marineros. A pesar de sus 131 años, su conservación es admirable. Nadie pudo detectar ni reparar que el Huáscar fue atravesado por 76 cañonazos en el Combate de Angamos. Los trabajos de conservación del casco, cabinas y sala de máquinas merecieron un reconocimiento para la Armada de Chile:el 27 de octubre de 1994 recibieron el premio World Ship Trust. Una distinción que la institución inglesa otorga a barcos históricos y antiguos. los cuales se mantienen en excelentes condiciones.
Cada mes un equipo de buzos revisa el casco. Los marineros examinan la estructura del monitor y realizan un mantenimiento sofisticado. Un contingente de seis marinos, al mando del comandante Vicente Fontaine y el sargento Pedro Jaque Vera, tiene la misión de vigilar el Huáscar. Con el paso de los años, se van acumulando historias de fantasmas y almas que lloran inquietas en la cubierta o en las bodegas del barco. "Eso es parte del pasado", afirma el sargento Jaque Vera. “Aunque algunas noches siento las miradas clavadas en la espalda.”
Cada 8 de octubre, mientras en Perú se rinde el tradicional homenaje a Miguel Grau y los héroes de Angamos, el monitor recibe la visita de futuros suboficiales que juran en su cubierta . Esa fecha es conocida en Chile como el día del Suboficial Mayor. No hay señales de mezquindad o triunfalismo. En memoria de Grau, los chilenos colocan ofrendas florales. El cónsul peruano asiste a la ceremonia. Pero también hay otros aniversarios que aquí se recuerdan. Para el 21 de mayo (fecha de la Batalla de Iquique, donde murió Arturo Prat, el mayor héroe de la armada chilena), se colocan luces por toda la cubierta. Lo mismo ocurre en Fiestas Patrias (18 de septiembre) y Año Nuevo.
¡Hubo guerra con el Perú!
Uno puede visitar Huáscar donde quiera. Sin ruta establecida. La afluencia de público provoca largas colas para acceder a la Base Naval. La aglomeración es similar a subir a la plataforma flotante que conduce al barco. En la cubierta blanca, como durante todo el recorrido, una grabación de los altavoces recuerda las acciones bélicas, acompañada de marchas militares de fondo. En distintos puntos de la cubierta, tres monolitos marcan el lugar donde perecieron Miguel Grau, Arturo Prat y Manuel Thomson, el comandante del monitor que asumió el mando cuando el barco pasó a manos de Chile. Unas manchas rojas en la Torre de Coles indican los impactos recibidos en combate. La torre de control, donde Grau murió hecho pedazos, parece reconstruida. Los visitantes tejen diálogos únicos en su recorrido. Desde la habitual admiración, hasta la elocuente sorpresa al escuchar que Chile y Perú alguna vez estuvieron en guerra.
-¡Hubo guerra con Perú!, una turista uruguaya se escandaliza.¡Claro!, responde su acompañante.- Cuando ?-El siglo pasado.-¿Por qué?-Por algún terreno.-Voy a tener que leer...
El número de visitantes motiva encuentros frecuentes en los pasillos y permite que se escuche más diálogo.
- Papá, ¿ganamos la guerra?-Claro hijo mío.-¿Y siempre ganan los buenos?-Claro, siempre ganan los buenos.-Quieres decir que los chilenos somos buenos.-Claro.- ¿Y si algún día perdemos?
“Honor y orgullo”
Nadie ha borrado la inscripción que destaca en el timón de popa. “El hombre honesto, leal y valiente inspira honor y orgullo en sus compatriotas. El traidor y cobarde es la desgracia y el deshonor de su patria” .
Así, bajo ese lema, vivieron y murieron los marineros del monitor. Por eso el reconocimiento y respeto de los chilenos. “Sabemos cuánta sangre y sacrificio hay en este barco -reconoce el sargento Jaque-. Hubo heroísmo peruano y chileno. Eso nunca se puede olvidar”. En el recorrido por los cinco ambientes principales, se destaca el cuidado por mantener el barco en su En la cámara general de la tripulación aún se conserva la mesa original donde se servía la comida e incluso los ganchos que sujetaban las hamacas en las horas de descanso. La amplitud de esta sala ha permitido la instalación de pinturas al óleo alusivos a diversos combates. que sostuvieron peruanos y chilenos en la Guerra del Pacífico. También hay réplicas a escala del Huáscar y del Esmeralda, el barco en el que pereció Prat. Una de las paredes muestra al mundo las órdenes militares que recibió Grau el 15 de mayo de 1879. La firma de Don Domingo del Solar Hay otro ambiente que corresponde a la Torre de Coles, con sus dos pesados ​​cañones. Los muros han sido recubiertos con un corcho especial que evita la corrosión y la humedad. Aquí reposa el Huáscar, la tumba de Grau La cabaña del héroe, Miguel Grau. Allí, en cada combate, dieciséis hombres operaban la torre, girándola de un lado a otro para lanzar un ataque. La antigua caldera, donde se almacenaba el carbón, es ahora un altar. Allí, cada 20 de mayo se celebra una misa en memoria de las víctimas de la Batalla de Iquique. Destaca el retrato de Arturo Prat junto a una cruz. El ambiente está plagado de óleos de marineros chilenos. En el centro, una vitrina alberga lo que se suponía era el pabellón peruano, bajado del mástil del Huáscar tras la Batalla de Angamos. De camino hacia lo que fue el camarote del gran almirante encontramos otro comedor, el de los oficiales, rodeado por sus dormitorios. La mesa, para 14 personas, el mismo número de camarotes para oficiales que tiene el Huáscar, se conserva cuidadamente y es el paso previo a la popa, donde Grau pasó la última noche de su vida.
Fue Grau ¿piso?
La cabaña de Grau está en reparación. Se han eliminado todas las capas de pintura para restaurar el color original de la madera. El color caoba vuelve a brotar después de un siglo. El entorno, cerrado a los turistas, se nos abrió. Fue un encuentro inesperado, inolvidable y -por qué ocultarlo- emotivo con nuestra historia. La pieza consta de dos ambientes. Primero está la sala de recepción que era el lugar de reunión con los oficiales. Desde un enorme óleo colgado en una de las paredes, Grau parece prolongar en el tiempo el formidable mando que tenía sobre su barco.
Aquí reposa el Huáscar, la tumba de Grau
“Comandante peruano Miguel Grau, héroe y caballero que murió en la Batalla de Angamos…”, reza una placa colocada allí por marineros chilenos. Al final de la habitación está su cabaña. La entrada deja ver un escritorio donde se expone tras un cristal la carta que Grau envió a la viuda de Prat tras la Batalla de Iquique. El signo de su caballerosidad.
La cama, sorprendentemente pequeña, está cubierta por una colcha azul donde destaca el dibujo de un ancla. Una brújula colgada del techo nos recuerda que se trata de la habitación del comandante. ¿Era Grau tan joven? ¿O han hecho alguna remodelación de la cabaña?, le preguntamos al diligente Jaque. “Grau era bajito. No medía más de un metro 60. Era el marco de la época”. Dimos dos paseos más por el Huáscar. Volver a respirar cada rincón, sentir que en Talcahuano flota un episodio clave -doloroso, imborrable y definitivo- de nuestra historia.
Publicado en el Suplemento Dominical, Diario La República, 1996.